Desde que llegaste, no he vuelto a ver
una hora de descanso, tuya es
la llave de mi calle y de mi casa,
el río, el corazón y el reino que creí
vendrían a esperarme bajo el sol.
Ahora sólo un sueño me consume
en tus brazos y tu nombre y caigo
sobre el deseo de saber y de ti.
Siendo débil añoro la ignorancia,
maldita sea entraña por entraña,
que no me supo avisar de tu llegada.
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