No era tan libre que no me sometiera
a la sintaxis. Así comías helados y me gustaba.
Porque quién sabe por qué quien sabe
es mejor por quien sabe mejor.
Y si acabáramos los días fatigados serían
otros puentes, de antiguas seriedades, los
que mirarían cómo a través de sus ojos
pasan, frías lágrimas de azúcar en tus labios, las angustias.
Y aquí terminan (tarde o sombra) el ejercicio.
Y sigue el desfile de algarabías soberbias.
Tantas horas quiso el árbol que no tiene ventanas
de amor
1 comentario:
Enhorabuena Adrián. Es magnífico.
Publicar un comentario