Sobre qué no hay ambición.
Me amaba con la tranquilidad de un moje budista.
Una cascada oriental pintada junto a un monte imposible.
He reflexionado mucho sobre la quietud
y las conclusiones no me llevaron a ningún lado.
Imaginé que le interrumpían y esa ira era el amor
de un padre. Medita su cabeza calva y parece un niño.
Pero en realidad es su ser un campo semántico.
Admito la probabilidad, pero sólo como estilo descriptivo.
Tomábamos té como toman té los adolescentes
que aún tienen pendiente sus estudios.
No quisiera exceder los territorios
en que los hombres han aprendido a amar,
lástima de las generaciones siguientes, sus hijos
ignorantes bajo condescendientes ojos.
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