Te beso y olvido
tus besos. Te abrazo y olvido los brazos.
¿Era tu piel de nata, eran almíbar tus pechos?
He de encontrarte, eso lo reconozco.
Lo cuchichean mis manos, lo musitan
mis labios. Ellos se han llevado
su trozo personal –labios y manos– de olvido.
Un enjambre de narraciones absurdas.
Vivo a saltos contigo. Lo sé.
Sé que tú convives con las habladurías. Pero saltaste
y la distancia del salto los dos la olvidamos.
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