No crees un espacio que pudiera ser acotado por los sentidos.
Cuando vino a visitarte era la memoria quien latía
bordeando infartos de esperanza. Su voz bajaba
suavemente espalda abajo, cintura adentro.
Entre el roce de sus ropas y la valentía de sus manos
te tendiste mordiendo un largo fin del mundo.
Yo paseo entre extraños, cada cual porta un trozo de luz.
Parecen más ciertas las sombras, que parecen
surgir de una fantasía que envidiara (hay en el roce
dibujo de espejo que abraza) sus formas.
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