Me obligo porque mis dedos no aprenden.
Se estorban las miradas para que haya una historia.
Si siguieras arañando con ese silencio sería yo mismo.
Pero el suelo no sabrá de ti aunque se escriban mil tratados.
He conocido más cráteres de labios que cordilleras de angustia
y por lo tanto, comprobemos con alegría cuánto hemos de morir.
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