Estos nudillos se esconden escandalosamente.
Sus paisajísticas lomas ironizan cómo llevan
los años escurriendo el bulto. Simplemente:
jamás han ejercido su toque boxeador.
Aquí los tienes, rosados, que sí, que escriben,
que sí, que a veces acarician; pero vamos,
que se esconden como el yo modula su
violencia.
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