Escribe en un relámpago de nieve
el dudoso valor de su momento
y borra con su nítido tormento
el confuso rigor de su relieve.
Quiere besar el agua y no se atreve
con tanto meditar sin elemento
y en tanto se repite el sentimiento
juega a saldar con aire cuanto debe.
Queda prestado, amor, quedó devuelto,
y es la firma final de este veneno
un reguero fatal de equilibrismo;
que arde en un trago y siempre queda suelto
sin distancia, sin límite, sin freno,
otro instante robado por sí mismo.
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