Mi habitación, Egipto, en la pantalla, París,
imagen 220x330 del ESCRIBA SENTADO.
En este texto, obvio, en el país de tus ojos.
Lo cierto es que este escriba no escribe, escucha
con los ojos atentamente abiertos
(en cuatro mil cuatrocientos años
no los ha cerrado ni ha escrito letra alguna).
Esa es la carne egipcia de un funcionario acomodado
o las dunas del desierto incorporándose sobre el papiro
(Nilo, renglón, verso en el lienzo Egipto-dígito)
Su desnudez de arena, su vestido de textos. Ojos.
Su rostro inteligente es la burla hacia una seriedad
eterna para los esbeltos caminantes faraones.
Creativo u obediente, ¿a quién le debemos la historia?
Creativos, obedientes, ¿quiénes copiamos su historia?
Es la estatua de un secreto, pues nadie sabe
qué debiera escribir
en ese, en este
instante.
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