El bien y el mal son los juguetes
de otros y me aburren profundamente.
Me siento con ellos como un adulto
obligado a jugar con niños incansables.
Por eso me gusta bañarme con mi amor
en el lago, en el mar, en el río. Pero
estos tiempos han cogido por costumbre
helar los ríos, oscurecer los lagos,
enfangar de lodo cruel los océanos.
¡Qué sencilla alegría cuando vienen
a buscarme la humedad de tus ojos,
la fidelidad discontinua de tu boca.
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