Nada acude a ningún lugar preciso,
ni abandona nunca una ruta marcada.
Cuanto menos los objetos creados
por el hombre, que nace a la sombra
de sus objetos.
Nadie acude nunca a ningún lugar
ocupado por la mente o el destino.
Excepto las palabras, que viven
de ir atesorando movimientos
en un no se sabe qué ser de sombras.
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