Quieren un pensamiento incontinente.
Sospechan que sus últimas verdades
fueron un lastre de incapacidades,
hilos de cosas roban a su frente.
Empiezan a sudar y, de repente,
se justifica el sol y las ciudades
y el cultivo del tiempo y las edades.
Templos de sombras donan a la gente.
Predican con sutil detenimiento
que se ha decidido el pensamiento:
querer y sospechar, ser y empezar.
Y se detiene el juego y no comprenden
ni lo que obvian ni lo que pretenden.
Espumas de rumores en el mar.
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