Sostengo que todo discurso soporta
el principio de una religión. Por breve
que sea, cada enunciado conlleva a una moral.
Cada palabra es en potencia metrópoli para un imperio.
Se basta con las obsesiones; si no, con el gusto;
si no, con el rito; si no, con la inercia.
Sostengo que a cada monema va brotando
el reino de los cielos, y que es importante
huir.
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