Busco a alguien que conozca
el término contrario a la obsesión.
Quien libere a mis piernas de su saber andar
y les enseñe otra cosa.
Quien les diga a mis pulmones: con respirar
no basta.
Además de tocar, mis dedos, qué saben.
Pues me molesta que mis sábanas,
mías están guardadas, mías me recuestan,
no sepan otra cosa que animarme
a quedarme tumbado eternamente.
Pues me molesta la servidumbre de mis muebles,
que ni yo sé lo que guardan, ni para qué diablos sirven,
la servidumbre de las cosas que pruebo con mis labios,
la estructura feudal de este nuestro idioma.
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