Cumple, muchacho, con la retórica del día,
con la mirada en la proa, el viento en la popa,
con la hudedad precisa del hormigón armado,
con el alma de acero forjado o cable de cobre,
no sea que, llegado el momento, la ciudad no te entienda,
el papel no te busque, los labios no te besen.
Cumple: la mirada en la ropa y el viento
contándole al idioma de los otros
tu preocupación.
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