Viajaba tendiendo un hilo
desde el amanecer hasta la raíz de su memoria.
Sus pasos se batían sobre los tejados,
su mirada escarbaba bajo las aceras.
Abrigo de nostalgia contra el frío,
una antorcha de muerte contra la oscuridad.
Ahora quisieras que la paciencia fuera un cuerpo,
que lo oportuno riera, que las cosas supieran su nombre
y que dentro de tus labios hubiera hecho su hogar.
Porque viajaba, a pesar de todo, y nuevamente.
Sí, ya había curado la herida
pero mantenía desgarrado el aullido.
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