Érase yo, alegoría implacable,
enlucido en creeres de este mundo
obviando en el discurso la palabra
tú, que te imagino estocada a
estocada de aún no descubierta esgrima,
perdona mi indolente empeño de fachada.
Orgulloso de un arte riguroso de espada
incapaz de admitirte hiriendo como herida.
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