Como si el hombre tuviera
un medidor de violencia,
un hito en que calibrar
su exactitud y pureza.
La humanidad y los hombres,
¿qué casa tienen tranquila?,
¿qué natural condición?,
¿qué lección bien aprendida?,
que de agresivas lecturas
les libere en sus recuerdos,
que de intenciones humanas
liberen a sus deseos.
¿No fueron hombres humanos
los del diente y la frontera?
¿No los del billete falso
y los del hierro y la piedra?
Estos que pueblan las calles,
que cifran con instrumentos
el límite de la barbarie
en sus mismísimos sueños,
apenas saben medir
la distancia con la muerte,
y apenas saben si el hombre
y la mujer se parecen.
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