Debiéramos deducir que la intención de la cultura no es la verdad del ser humano o sus objetos, o los objetos no humanos que lo rodean. El objetivo son las sombras.
Por eso, ideas y símbolos se desplazan con sus significados de aquí para allá, como en la deriva de un mar debajo del cielo, como en el tráfico incesante de una necesidad de comercio. La nitidez de su supuesto entendimiento es sólo un velo para esconder la batalla real entre la luz y la sombra.
Por supuesto, quien pretenda entender luz por luz, sombra por sombra, poco o nada habrá entendido de lo que aquí se ha querido decir o inconsecuentemente se ha dicho. Pues su entendimiento, nómada, viaja en una ruta diferente al entendimiento, nómada, que porta el texto (porta en el sentido de ser una puerta que se mueve, siendo acceso abierto o cerrado en movimiento). Él, el que supuestamente entienda, cree ser, y no ser el portador de un supuesto entendimiento. Cree que es el sentido de lo que sabe, sin saber que cree, en ese sentido. Lo que siente, lo que recuerda y lo que dice, no han salido aún de viaje para él. Vive con fantasmas. Pues sentido, recuerdo, idea y entendimiento viajan cada cual en rutas diferentes. Y lo mismo ocurre con ello, lo que supuestamente entiende este texto.
Y he aquí que, incluso desnudos del sentido de las cosas y sus sombras, nuestro cuerpo inevitable es esta sombra: que cada cual es una sombra que mira otra sombra.
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