Es con un acto que decido qué es bello en este
instante.
Cualquiera, barriendo la sombra de mi historia,
podría deducir qué ha sido en mí la belleza.
El mismo proceso vale para una ciudad,
si pudiéramos afirmar seguros «este es su
instante».
Pero, como sucede con las leyes del estado,
la belleza no existe sin sus habitantes.
Lo contrario es tener la belleza como un dios bajo cuyos rayos prospera por igual
el desierto, el bosque, la hierba.
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