miércoles, 8 de diciembre de 2010

Fidelidad

Ese día me arrepentí de mis palabras.
Y las palabras, ¡pobres!, arrepentidas de sí mismas,
vagaban murmurando su pecado eternamente.

2 comentarios:

ybris dijo...

Inútil arrepentimiento: las palabras siempre vagan.

Pequeña Rock and Roll dijo...

Doloroso arrepentimiento: las palabras siempre vagarán.

(mi profesor de lengua y literatura de ese mismo IES era Juan Leon, leí Bujalance y sonreí)