lunes, 24 de noviembre de 2014

Descubrieron lo más improbable. La tan buscada entrada estaba oculta en uno de los bares instalados en los molinos. Los viejos molinos del río habían estado durante años medio abandonados. El yunque del verano y las inundaciones del invierno los habían molido a ellos y apenas quedaban en pie las bases de las presas. Con la regulación de los ríos, el cauce del se domesticó al paso por la ciudad, y la vegetación instauró un vergel de pájaros y aves mucho antes de que el Ayuntamiento atinara a darle uso interesado. Reconstruyeron los molinos, instalaron pasarelas y terrazas y consiguieron crear un entorno entre urbano y bucólico único. Aprovecharon los nuevos molinos como salas de exposición, conferencias, recitales y fiestas; cuando no, simplemente eran hermosos bares para turistas. Sin embargo, la arquitectura de los molinos requería una protección extra, debido a que algunos inviernos, las inundaciones volvían como si el ser humano no hubiera hecho nada. En aquellos inviernos era importante mantener cerrados, bien cerrados, casi herméticamente, puertas y ventanas, y hasta los tejados que el agua llegaba a cubrir. Con todo, la mayoría de los años, tales precauciones parecían innecesarias y caían en el olvido, excepto para aquel interesado en esconder sus intereses con especial protección.