sábado, 8 de agosto de 2015

Memento

Hay un toque profundamente amargo
en contemplar la belleza del mundo.
Es como si tuvieras delante
a la más hermosa joven enamorada de ti
y a la que debes renunciar;
pero ella pelea por ti con las más intensas palabras,
como si todas las pasiones y sufrimientos
dejaran sólo este poso de cuidada civilización
-su piel el joven brillo del sol y del viento
sobre la nobleza de unos ojos en ruinas-.
Y uno desea tenerla para siempre
y serle fiel y hace sitio por fin 
en la amargura futura de sus sueños,
porque se sabe en el remedio de marcharse,
encontrarse en el hogar rehecho de pérdidas,
volver a las urgencias cotidianas
la soledad efímera del cuerpo.