viernes, 30 de diciembre de 2016

Descriptio

Y si tan terrible escalera
escalaba las prendas de tu cuerpo,
¿qué pudiera decir que suene
a significado?
El calor cuando me tocas es sólo teoría.
La física está oculta en manchas de deseo.
Aquí es invierno y la sangre es letra más tiento.
El océano, dicen, era la excusa del viaje.
Conozco su tiquet y en este concierto
se admiten cadáveres.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Cambio

Te recuerdo. O imagino
que ya te conocí y te he perdido ya
y te recuerdo. Paseo
por tu piel que ya es caricia o diccionario.
O el olor de tu pelo como moneda suelta,
falda suelta, rienda suelta, risa suelta.
Tu cintura como un sable que hace lienzo
del aire, pincel del pie, beso del sendero.
Tus labios a la vuelta de la calle, al abrir
de la ventana, libro, párpado, bisagra, sábana.
Y ahora
me detengo. Te miro. Nos miramos 
en este idioma que nunca entendí,
en esta voz que nunca has oído.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Edictum

La ley es el azúcar de la envidia.
Tus dedos el decreto de mis labios.
Si tropiezas espero ser obstáculo,
ser cielo de tu origen, el profundo
suelo de tu caída, ser tu historia.

Dedos que trastabillan en la lluvia
que es tu cuerpo, mi historia, todos esos
labios sin repetirse nunca nunca.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Podría hablar del tiempo

De calle en calle cuchillo en mano,
utilizando los ánimos para afilar
el haz y el envez del cuchillo, ora
clavando en el vientre, clavando ora
en la espalda, de quien fuera necesario
en busca de la Tranquilidad
y de la eterna alegría.

La sangre aún gotea por un filo de silencio.

jueves, 22 de diciembre de 2016

Última Penélope

Mundo, a veces hablo de ti, como
mi esposo, mi amante, mi pretendiente,
acaso mi hijo, acaso mi padre.
A la mañana te amo y a la noche
no te comprendo. En tus dudas
tejo mis pasos, y en cada huella
un mapa con el itinerario 
de tus desvaríos. Un latido, un amor,
otro latido, un monstruo. Vivo
y acabo
compartiendo el lecho con una ficción
que no sabe nada de ti.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Termodinámica invertida

La cascada remonta desde la coda de este fandango
y por la selva que roe de vuelta a la ciudad cimiento
y torre de un acero toledano que a sangre y herida ha
dicho quién
tenía que construir, tenía que diseñar, tenía que concebir
cascada, coda, fandango y selva, donde luego se asomarán
amantes por parejas y por sonrisas, por monedas y por no
ticias de amor, versos de amor, bailes de amor, tú,
cascada que remontas desde la coda de este fandango
y por la selva de tu cuerpo hacia el fantasma del mío
como la vuelta de la ciudad se recoge entre sus sábanas
y mantas con el frío,
mientras la hierba patria opina sobre el lento crecimiento
de mi visón.

lunes, 19 de diciembre de 2016

domingo, 18 de diciembre de 2016

Risa de anciagos

El problema de la dirección es que no tiene sentido.
El poema de la dirección atenta bajo graves explicaciones
acaso sobre el sexo. La propena de la dirección, tan 
carismático entre la gente, tan diplomático
cuando los alumnos dejan de estudiar y se sienten
jóvenes.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Hay

Hay una funda para las decisiones
y un parque con sombra para el olvido.
Hay un huerto de parejas en ese parque
y un charco pastoso de leyes equivocadas.
Si la última letra de una sola ley tuviera la razón,
no habría lluvia que formara pastas en el suelo,
ni té que tomaran parejas en el parque,
ni árboles que torcieran sus consejos a las sombras,
ni decisión precisa en que fundamentar 
cuanto de mí me quieres algo porque de mí te olvidas cuánto.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Compendio

Cada hombre es una enciclopedia, un atlas y un bestiario.
Cada mujer es un jardín, una antología y una rosa de los vientos.
Pero cualquier lugar común
requiere ser corroborado
por exhaustivos datos experimentales,
pues cada ser humano acopia para sí el tesoro de todas las ciencias.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Arte poética

Los actos van edificando el perfume de tus fantasias.
Tu discurso, tus discursos, remedan los ritmos de los hechos
hasta ser sentimiento, ser rito, plegaria, tatuaje.
Mírame aquí, mi cuerpo translúcido dibujado una
y otra vez en esta pátina de luz y de palabras que le voy tejiendo
al mundo. Este es el único cuerpo que habla y aún así, las quejas,
como si dibujar no fuera suficiente.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Cuidaos de la distancia

Cuidaos de la distancia, es un espía
de no sabemos quién. Aquí hay sitio
para vuestros músculos acaso rotos por la violencia de lo humano.
Vuestros estómagos, hambrientos de nuestros estómagos, hallarán consuelo.
Baile y música excitarán la sangre corrupta por otros ritmos y peores armonías.
Que cada cual ofrezca la canción más hermosa que en la batalla del día supiera encontrar.
Esta noche, los hombres jugarán
con los hombres y las mujeres amarán
a las mujeres. Que nadie acuda al sueño
sin su mordaza de besos y su mortaja de abrazos.
Fuera gobernará el frío
sin piel y la inmensa
oscuridad sin tacto, sin aromas.
Pero será un instante.
Pronto volverá el sol, a sellarnos
de cosas los ojos y de palabras
el adiós.

martes, 13 de diciembre de 2016

Futuro reciente

Una terapia que ronronea
con hacerse dictatriz del estado.
Los residuos, vendremos a buscarlos
de vuelta de los bares de aquellos tiempos.
Las toxinas, aquí y allá picando entre tapa
y tapa, como entre velo y velo, como entre
enigma y enigma, este lunar, este fatídico miedo.
Las leyes proliferan, los remedios se desbordan
y los pacientes menudean su peligro
de extinción.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Minos

Uno 
no puede salir de sí mismo. Piensa
que toca los bordes de su obsesión.
Quiere aunar su identidad y su obsesión.
Quiere aunar a su obsesión su mismo querer.
El peso de la ropa recien puesta al salir.
El aire que se apresura a tocarte mojada
al salir de la ducha con las ventanas abiertas.
El sabor del deseo mascullándose limpiamente
antes  de la cita. Y me dices: ¡fantasías!
Piensas
que viene hasta tus manos pero no sabes
que tocas. Piensas que viene hasta tus manos
pero no sabes qué tocas.

sábado, 10 de diciembre de 2016

Neologismos

No sé cómo puedo pensar
que sigo hablando el mismo
idioma con el que nací.
Cuanto leo va cambiando
los seres que me dieron nacimiento:
el tiempo, la humanidad, el amor
que me permite atender a los detalles
de las cosas. Si se comprueba que soy
real, pronto me será más fácil inventar
palabras nuevas que utilizar correctamente
las que ya existen. O habré caído
en la demencia.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Glosas

Como no me amas dejo de amarte.

Como veo que no te comportas
como debes, no debes pertenecer
al mundo tal como creo
que es.
No permitiré que la realidad 
de tu existencia contradiga
la inapelable autoridad de mi
imaginación.
Me esforzaré en olvidar 
el contenido de mis ojos
para que nadie crea jamás
lo que vi.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Misocronotropía

No construyas con tus órdenes
aquello que se destruirá,
a vecinos y esclavos, amantes
y enemigos, cuando caigan
los imperios que nos sustentan,
con amenazas brillantes, 
como diluvios y ni el barro
quede de sus monumentos enormes
que discuten día a día con el cielo
dando sombras enormes. No. 
Múerdete, aprieta los dientes con fuerza,
bocado a bocado, si hiciera falta,
hasta que tú y cuanto puedas llamar tuyo
ya apenas sea una sola
moneda de cambio,

como el instante.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Cronotropos

Hoy voy hablar en el lenguaje antiguo,
para que me entendáis si queréis
entenderme o no me entendáis si queréis pensar
en otras cosas.

¡Qué hermosas las flores!
¡Cuán delicada la finura de cada uno
de sus pétalos! Su aroma, ¿quién duda
de la explosión de su fragancia? Sus colores
atesoran todos los matices de la envidia
imaginables. No hay, como en ellas, esencia
más sacrificadamente efímera. Engendradoras
de quienes serán engordados para el apetito 
de los pájaros voraces, de los sucios insectos;
quienes después de ser comidos serán cagados,
y pisoteados y enterrados e inundados,
a la más dura y fría condición del suelo, del barro, de la piedra.
¡Qué hermosas las flores, y la lluvia
y la luz del sol!

Pero que en este país se habla de las flores
mientras se comen los frutos, eso
¿quién lo dice?

martes, 6 de diciembre de 2016

Hado de sombra

Así, mecánicamente y con retraso.
Yo te acuso:
juzgas.

No es un reproche, ni espero redención
ni compensanción de culpa con castigo.
Es un hecho: juzgas, juzgas,

juzgas, juzgas, juzgas.

A aquél, reproche: no te ama,
pero al amor mismo, por no ser consecuente,
le reprochas que viva en otro instante.

Así, mecánicamente y con retraso.
Aplicas la sombra de un deseo 
como si olvidaras que nunca fuiste
libre.    



O el eco de algún río dolor.   

lunes, 5 de diciembre de 2016

Ripieto

Escribiré a flor de incertidumbre
como ha venido siendo mi costumbre.
Allí donde otros hallan certidumbre
yo sostendré mi espesa podredumbre.

Yo sostendré y, por más que me acostumbre
a la insistencia en tanta pesadumbre
copiada entre la buena muchedumbre,
seré último testigo del derrumbre.

Dirás con tu pausada mansedumbre
que no es altura digna de tu alumbre,
que esperabas un canto que deslumbre. 

No arruines mi mirada en esta cumbre
por ser de tinta el verso y no de herrumbe,
que más que humano soy una legumbre.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Traducción

Los dedos en la laguna de cualquier cosa,
en la pantalla caliente del pudiera ser,
y si la lluvia fuera y el teclado dentro,
y si las dudas fuera y el pasillo ciego
de tanto tantear intentaciones, tengo
por orgullo fantasía, alegría por oscuro
tango de placer.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Egación

Vivo a este lado de mis obsesiones
y qué voy a hacer,
si ni mis obsesiones vienen a visitarme.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Poesía conceptual

Como mujer comprendo que no quieras renunciar
a esa flor de carne a la que llamas cuerpo.
Por más que cada vez que viajes hasta él ya no esté
ahí, y tú lo sepas como yo lo sé. Es un amante
infiel, sincero y apasionado. Que apenas te conoce.
Me dices: ¡Fantasías!
Como hombre comprendo que no quieras renunciar
a esa lluvia de carne a la que llamas cuerpo.
Por más que cada vez que viajes hasta él ya no esté
ahí y trates de esconderlo como yo trato de esconderlo.
Su imperio cae como él mismo derrotó a otros imperios.
Me dices:¡Fantasías!

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Todavía

La Quimera es un tejido de discursos
que ni con plomo deja de volar.
Analicemos fríamente:
qué pinta aquí
la sangra de Medusa, sobre
cuyas alas -las alas de la sangre,
no las alas de su mirada de piedra-
portaban por los aires el plomo
destinado
a ser fuego de muerte en la garganta.

martes, 29 de noviembre de 2016

Receta para estos tiempos

Toma este remedio como poción contra el conocimiento.
Esta muerte, como remedio contra la amenaza.
Un brebaje contra el remedio y otro contra la necesidad
de ingerir amenazas por haber conocido la muerte.
Mezclado con estudio en dosis altas puede producir
síntomas de humanidad, leer con cuidado. Si vuelves
a amarme, descarta los remedios, séme poción, 
sábeme a amenaza. Que sólo sea el lenguaje
el asunto de la muerte.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Al menos dos

Digo que dos demonios me atormentan.
El uno es la ignorancia, que me impide
captar los entresijos de este mundo.
El otro es el olvido, que arrebata
lo que una vez sentiera a manos llenas.
Así, qué queda, sino soportar
-si fuera posible contigo,
cómplice de mis desgracias,
dibujante de mis alocadas invenciones,
de mis ilusiones, de mis conocimientos-
que llegando el límite de los días
he de saber
que he vivido perdiendo tanta vida.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Gemastrategia

Apuntes del movimiento ondulatorio,
afilado como el frío en un guante,
perviven entre el régimen pendulario
de un rictus decidido
y un ademán nervioso.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Tal vez a los seis

Prefieren un paisaje truculento como una pistola.
Una cola de espera ante la ventanilla de un banco
nutrida por parados, jubilados, enfermos de necesidad 
aburrimiento, locura o buena educación, en su mayor
parte. Suponen que el acto es más real que su fantasía.
A los cinco años, una niña a la que ya no recuerdo,
me dijo cómo hacer el nudo de los zapatos. 
Defina frialdad.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Esencia, existencia, persistencia

Emociones, ¿dónde vais?
¿Qué brazos os empujan en brazos de otros brazos?
¿Sois ritmo, forma, peso, itinerancia?
Navegáis en una economía de pisadas
a galeradas de odio y renta de intereses.
Sea bienvenido cualquier otro sentido
contrario al viento.
Imprimís la meteorología de informaciones
en pozos ciegos.
Aderezando con un menú de olvido
a la moda. Obsesiones, ¿dónde váis?

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Deterioro de la sedimentación

El interés del vocabulario va tendiendo a otros trazos.
Dicen que es otra vida la que viviendo habla.
Dicen que son otros recursos los que por hache o por be
meditando se emplean, por costumbre se usan y a la postre,
habitando el calor justo antes de tu marcha,
resultan.

martes, 22 de noviembre de 2016

Arritmia espacial transitoria

Temprano al exilio, sin demora.
Una camisa, fina para el invierno,
pegajosa para el verano.
Ladrillos para la primavera y libros
para el otoño. Allí hablan de guerra
, palabras fáciles para una economía
tremendamente complicada y efectiva -
no vayas a pensar
que no quepo aún entre tus manos-
para el uso común de los mortales:
hijos del instante, padres de una ficción.

lunes, 21 de noviembre de 2016

El imperio del Yo

En aquel tiempo, las mujeres
del emperador estaban en todas
partes. Cualquiera
de sus amantes podía ser
quien gobernara los suelos, atentos
a los pasos, uno tras otro, calle tras calle
de la ciudad sin fin y del bosque sin fin,
quien gobernara los cielos, atentos
a las plegarias, boca tras boca, lengua tras lengua,
en una jerarquía burocrática de deseos humanos.
Las mujeres sonreían y jugaban a la venganza.
Los hombres eran jugetes de un amor, siempre
por inventar. Yo
fui uno
de ellos y por un breve futuro
fui dueño de un imperio.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Reubicación

En un pedestal, arriba en la conciencia,
puerto seguro de información mediada
por el ínfimo lugar a pies juntillas.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Uncruce

No esperabas así la primavera.
El corazón te late y los nudillos
no saben esperar como la lengua.
El trabajo se riza con tu nombre
y la fiesta se acaba, pero no
te lo esperabas. Sale el sol, renuevas
la cuenta. Por las calles merodean
los deseos que tanto imaginabas.
Por tu cuello mis labios, un pañuelo
o un mapa, pero no te lo esperabas.
Golpeas esta puerta en tanto suena
igual que aquella puerta que abrazabas.
Te he estado amando, y eso ha sido el tiempo,
pero no te lo esperabas.

viernes, 18 de noviembre de 2016

Pobre diablo

Mas sabe
cuán peligroso es
que un idiota aprenda algo,
que implemente en sus vecinos
la sutil pericia de su estupidez.
Mirad, por ejemplo, lo que tantas horas
de estudio han hecho de mí,
quien, como tantos, disfrutaba
de la alegría de las noches largas,
del calorcito del sexo en vivo o imaginado,
de la labial compañía de los cuerpos incansables;
¿qué veis aquí
en este instante, sino una permanente desconfianza
hacia las muy poco meditadas
premisas humanas
?

jueves, 17 de noviembre de 2016

Patientia imperatrix mundi

A Francesc le gustaban los sonetos
hechos con mimo, dichos con paciencia,
templetes de voluble inteligencia
que atesoraban méritos concretos;

pero los mismos sólidos secretos
que dan la gloria dan a la conciencia
ritmos por honor, ripios por herencia,
que no serán ni versos ni panfletos.

Odio, moda, moral, resentimientos,
orden legal los no podrá tocar
de este poema efímeros cimientos;

en menos de una vida o de un silbido
a la nada llevaron su rimar
el tiempo y la bondad con el olvido.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Como cambia la vida

Cómo ha cambiado tu vida,
que aún puedes nombrarla.
Antes cambian los textos y después
cambia la vida.
La gente cree que primiero vivieron
porque así nos lo cuentan; pero
primero llegamos al relato y después
conocemos (imitamos) sus vidas (nuestra vida).
La gente cree que no miente la gente
cuando escribe, ese momento de su vida,
que es  sincera.
Tal vez pertenezca al conjunto de la gente,
esa pandilla viva de ingenuos y mentirosos, pero
todo eso está aún pendiente de ser demostrado.

martes, 15 de noviembre de 2016

"Tu ronca voz de cisne"

Hablas como un adolescente 
que acaba de descubrir el mundo.
Cantas como un adolescente
que acaba de descubrir el mundo.
Tu canción es fea, pero tú
te crees maravilloso.
Y lo que es peor: podrías
ser yo, en un pasado remoto,
en un futuro próximo.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Epigrama

Ah, en estos tiempos,
cargados de tantos estudios a las espaldas,
obedientes de tantas normas libremente elegidas,
con extrema vigilancia sobre tantos males
de la naturaleza, del mundo humano y de los días,
en ritmo armónico entre la enfermedad y sus edades,
...
quién pudiera vivir lejos del silencio y la mesura,
en un estilo de vida barroco y deslumbrante,

usando la tecnología y las ideas como banderas
que nos ofrezcan un salario y una dignidad
previamente acordados, compartiendo
el foro común de las palabras comunes
al criterio de nuestro gusto.

domingo, 13 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (y f- "fin")

     Así, cuando escribía, sentía que era otro quien acababa de escribir lo que tenía delante. Cuando leía, sentía que era otro quien ya había leído cualquiera de los textos, como la Academia se convirtió en otra Academia distinta al hablar con Critóbulo y en otra muy distinta cuando murió Platón. Hasta la misma Atenas le costaba trabajo reconocerla, justo al marcharse, justo al volver, justo al volver a abandonarla. Y su amigo Hermias fue otro en Atarneo, y otros muy distintos los que tuvo que encontrar al rememorarlo después de su muerte.
     Y cuando regresaba a los textos de Sócrates allí le esperaba el torbellino de enigmas que encontraba contagiado del torbellino de obsesiones, olvidos y secretos que revolucionaban la rueda de los días. Aquel no parecía el texto de un maestro, sino la bárbara broma de unos demonios borrachos. No entendía hasta qué punto debía realmente conservar ese legado. Como no podía estar seguro de si aquellos textos eran las ebriedades seniles de aquel viejo borracho, o si fueron en cambio delirios juguetones de su propia juventud. Como él era víctima de su propia confusión y de su olvido, le costaba trabajo tomar decisión alguna al respecto. ¿Y si aquel era realmente el secreto que explicaba el funcionamiento del mundo? Un mundo que soplaba sobre sí un surtido de leyes a la deriva. Un mundo servil y obediente al cachondeo de los dioses.

sábado, 12 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (e- "epigonía")

     »Cuidad bien de que nunca encuentren estos textos. Disimulad vuestro saber y vuestras intenciones, igual que ellos disimulan las suyas. Pero buscad a las mentes adecuadas capaz de mantener vivo el legado de Sócrates. El mundo de las ideas y de las pesadas sentencias y de los hombres virtuosos, cambiará de culto, se enmascarará. Si lo hacéis con arte, vosotros no necesitaréis más máscara que vuestra extraña manera de pensar y vuestra extraña manera de atreverse a decir lo que no tiene razón de ser. Esos serán síntomas de tiempos humanos. Cuando los tiempos divinos se impongan, no pongáis una nota más alta que otra, sed civilizados y confiad en que vuestros discípulos, en busca de otra verdad, os acaben rebatiendo las ideas punto por punto.
     »No seáis como Platón y sus acólitos, dibujantes de confusos personajes históricos, generadores de fantasmas que falsean en nombre de la verdad los auténticos sucesos, las más de las veces difíciles de concretar, de la historia. Jugad alegremente. No seáis ceremoniosos. Atended al que descubra el juego en vuestras ceremonias y reíos en secreto del que tome por ceremonias vuestros juegos.
     Aristóteles guardó en su memoria aquella confusa noche. Guardó en su memoria los discursos de Critólibo, al que realmente le quedaba muy poco de vejez. Estudió y guardó los textos que le fueron encomendados. Pero no tardó en desconfiar de su propia memoria, como aprendió a desconfiar de la educación que recibía en la Academia. Y tan irreales parecían sus recuerdos como el conjunto de experiencias que se agolpaban en su mente. Y si tenía que poner en orden sus pensamientos, sus conocimientos y sus secretos, siempre resultaba el orden de otro.

viernes, 11 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (d- "secretos")

     Y más adelante, en días sucesivos, les hubo de decir:
     »Su obra más importante es la Poética. En ella analiza los entresijos del lenguaje y su relación con la acción, con los objetos, con el pensamiento. Le sirve además para explicar cómo leer y entender sus propios textos, siempre extraños y confusos. Yo mismo no termino de comprenderla del todo; pero estoy seguro de que mentes privilegiadas como las vuestras, como la tuya, reputado Aristóteles, resolverán los problemas de su estilo, siempre combatiendo la ilusión de entendimiento, siempre en contra de la ilusión de verosimilitud, lejos de la imitación, lejos de la unidad. Toma como punto de partida el lenguaje del chiste y de la comedia, abordando todas las dimensiones del humor, de la ironía, de la risa, la ficción... También quería completar su Poética con otro gran apartado que trabajara el lenguaje de la tragedia; pero decía mi padre que Sócrates siempre se quejaba de que le resultaba demasiado aburrido y nunca llegó a escribirla.
     »Si esta Poética suya saliera a la luz, todos los contundentes discursos de vuestra Academia, incluso los del inapelable geómetra de vuestro maestro, volverían a ser puestas en duda, como en los tiempos mismos en que Sócrates paseaba su manta roñosa por las calles de Atenas. Pero entonces, no dudéis, se echarán sobre vosotros como se arrojaron sobre él. Y no sólo sobre vosotros, sino sobre vuestro fantasma, tergiversando vuestras ideas, llevando la gloria de vuestros nombres en un sentido que en nada corresponde con la verdad, sino a sus propios intereses, que harán pasar como la verdad más fiable. Porque en el fondo, Platón, desde muy joven, y su gente, los aristócratas de la más vieja condición han ido orquestando todo este mundo académico para evitar que los jóvenes piensen y se conviertan en hombres sabios. Ellos quieren hombres serios, hombres sometidos a las grandes e inapelables ideas: el bien, la virtud, la sabiduría, el estado... Que nadie cuestione esas ideas y atienda a sus contradicciones. Que nadie cuestione la contradicción entre sus ideas y sus actos. Que nadie cuestione las contradicciones en la visión de Sócrates y sus ideas que ellos mismos proponen. Y digo ellos porque Platón, con su impecable e inteligente estrategia, ha ido creando por todo el Mediterráneo sucursales de su Academia, recopilando saberes y convenciendo a los maestros, bien con la belleza de su discurso, bien con la influencia de su posición, bien con el peso de su riqueza.

jueves, 10 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (c- "los escritos de Sócrates")

     Aristóteles respondió con silencio curioso el comentario de su compañero. Su actitud con respecto a Critóbulo había cambiado y ahora estaba deseoso de conocer el punto de vista de aquel viejo sobre lo que fuera que iba a contar.
     Critólibo sacó un viejo rollo de papiro de su zurrón, asegurándose que estaban solos en la salita de la taberna y nadie los observaba ni los atendía.
     –Estas son las últimas palabras que escribió el maestro Sócrates.
     Los dos muchachos abrieron los ojos como si de aquel cilindro de papiro emanara una luz mágica.
     –Este poema no es un poema –indicó Hermias inspeccionando el contenido del rollo.
     –Ya pensabais que era un estafador, ¿verdad? Escrito en verso, con las figuras canónicas de la retórica, Sócrates escribió su testamento. Él era hábil en estas cosas, como en tantos otros recursos del lenguaje. Ya tendréis tiempo de examinarlo con detenimiento. Toda vuestra vida, de hecho. Lo que más nos urge se encuentra aproximadamente en esta parte. Aquí Sócrates camufla el compendio de sus obras y las condiciones de su custodia. Antes de que llegue la mañana os enseñaré cómo leerlo, tal como mi padre me lo enseñó a mí y al él se lo enseñó el mismo Sócrates en la prisión.
     »Pronto comprenderéis el extraordinario esfuerzo de vuestro maestro por transformar este valioso legado en una simple anécdota que avale la ausencia de escritos de Sócrates. Toda la Academia es una máquina perfectamente diseñada y calibrada para fabricar un falso Sócrates y una falsa admiración a Sócrates que oculte la imagen del verdadero Sócrates que nuestra generación conoció y la verdadera admiración que nuestra generación sentía y los esforzados intereses de sus enemigos. Platón discípulo de Sócrates, ¡y un cuerno! Platón devoto discípulo, ¡ya! Poniendo en boca del maestro ideas que, apuntadas aquí y allá, son la antítesis de sus enseñanzas.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (b- "no habla como un borracho")

     El joven no podía adivinar hasta qué punto había acertado en su vaticinio.
     –¡Aristóteles de Estagira! ¡Hermias de Atarneo! Encomiables amigos, nobles hijos, excelentes alumnos.
     –Nada tengo de noble linaje.
     –Bueno, al margen de las consideraciones legales, yo diría que el médico de un rey es tan noble como la propia familia del rey.
     –Siempre que el médico acierte a conservar su legitimidad –bromeó Hermias.
     –Así habla un príncipe.
     Y el viejo consideró este comentario un permiso explícito para unirse a la mesa, sin abandonar sus ademanes y su tono de borracho empedernido.
     –Aquí: Cristólibo de Atenas, hijo de Critón de Atenas.
     Critólibo guardó un breve y expectante silencio. Luego continuó, sin cambiar su humor.
     –Como jóvenes extranjeros, es de esperar que estos nombres no os digan nada. En cambio, como académicos de comprobada excelencia sí deberíais conocer el nombre de mi padre. ¿Acaso no habéis compuesto en la Academia un libro sobre mi padre? No, ciertamente; tal vez sea una de las obritas que el joven Platón escribió antes de marcharse de Atenas. ¿No conocéis la obra de vuestro maestro?
     –Tu padre es Critón, el amigo de Sócrates.
     –Yo estuve con mi padre y con Sócrates el día en que el viejo maestro bebió la cicuta. Y sé perfectamente que el mismo Platón no estaba allí ese día. Ahora, es curioso qué bonito libro escribió sobre mi padre y qué poca atención muestra con el hijo.
     El anciano volvió a guardar silencio. Comprobando que sus dos jóvenes interlocutores se mantenían expectantes, retomó su discurso.
     –Sé que todos me ven como un viejo. En eso tengo que darles la razón a todos. Y es porque me siento en el final de mi vejez que me he decidido a hablaros. Sé que me veis como un borracho fracasado; aunque en todo este rato ni si quiera os habéis percatado de que me mantengo absolutamente indiferente a vuestras jarras y tampoco recuerdo que me hayáis visto iniciar alguna empresa que haya llevado al fracaso. Algunos me confundís con un cínico; no sé por qué, pues siempre he cumplido con las leyes y no he molestado a nadie. Claro que mi presencia, de por sí parece molestar a algunos. ¿Por qué será esto?
     »Platón y los discípulos de Platón y los colegas de Platón detestan a Cristóbulo. Hubieran preferido que mi vejez hubiera sido más corta. Pero yo estaba esperando. Vigilaba y esperaba hasta encontrar a alguien como vosotros. Alguien como tú, joven Aristóteles, y tu amigo, el joven Hermias. ¿Y por qué los académicos detestan a Cristóbulo? ¿Por qué merodeo y vigilo el desprecio de Platón? Tal vez porque yo conozco algunos de sus secretos, tal vez porque yo mismo oculto los secretos que el mismo Platón se devanaría los sesos en ocultar si los conociese.
     –Amigo, este viejo no habla como un loco borracho.

martes, 8 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (a- "viejos y jóvenes estudiantes")

El joven Aristóteles admiraba profundamente a su maestro Platón. Le extasiaba la vastedad de sus conocimientos y le encandilaban los numerosos relatos de viajes y aventuras que los acompañaban. Parecía que, a través de él y sus relatos, cualquiera podía acceder al conocimiento del mundo entero. Por eso, el empeño que mostraba Critóbulo por congeniar con Aristóteles era recibido por parte del joven con extrema desazón. El viejo, siempre estaba merodeando los alrededores de la Academia y parecía lanzar sobre ella miradas de envidia y súplica. Tal vez se sentía despechado por no poder ejercer allí como maestro. Platón y su círculo lo trataban con descarado desprecio y subrayaban un carácter pusilánime, vicioso y fracasado. Siempre parecía estar borracho y portaba siempre la misma ropa sucia, como un cínico, y siempre llevaba un vaso de barro tintado de vino pero siempre vacío.
     En los últimos meses, Critóbulo seguía especialmente los pasos de Aristóteles. Hablaba con él con su tonillo de perpetuo borracho. Aristóteles insinuaba su rechazo, pero no quería mostrarse irrespetuoso, él, extranjero, con aquel anciano, ciudadano ateniense, por más que sus vecinos lo trataran como a un perro.
     Al fin, una noche, el viejo Critóbulo declaró su extrañas intenciones. Aristóteles y Hermias alargaron su tarde de debate en una taberna y se concedieron permanecer allí mismo hasta la mañana, bien discutiendo, bien rendidos al sueño. En estas, vieron entrar a la taberna, como resguardándose del frío de la noche, la figura hirsuta de Critóbulo, con su manto raído, su viejo zurrón y el largo bastón en el que se sustentaba. Rápidamente, el viejo se percató de la presencia de los dos muchachos y se dirigió directamente hacia ellos. Aristóteles no pudo evitar un gesto de disgusto; pero Hermias, más optimista, le corrigió:
     –¿Y si nos hace pasar una noche interesante?

lunes, 7 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (g- "el mundo del revés")

     En esto, se acercaron los guardias, que simpatizaban con el viejo Sócrates, a mandar al público a su casa antes de que se asentara la oscuridad de la noche.
     –Permite que hable sólo un momento más con Critón –repuso Sócrates.
     –¿Qué estás escribiendo ahora, Sócrates? –replicó el guardia dando por buena su solicitud.
     –Mi testamento. ¿Quieres ver cuantas gallinas te dejo?
     –No, no, guárdalas todas para Jantipa.
     –Maldito mentiroso. ¿No decías que era un himno a Apolo?
     –Claro que es un himno a Apolo; sólo estaba bromeando.
     –Tú nunca has sido un bromista; lo que siempre has sido es un puñetero mentiroso.
     –Todos los atenienses mienten –replicó con sorna Sócrates.
     Fedón, una vez más quiso apaciguar la situación.
     –¿Y cómo es que después de tantos años has vuelto a escribir?
     –Después de empezar mi investigación, instigado por las palabras del oráculo, llegué a la conclusión de que mi auténtica escritura consistía en separar las frases de los hombres sabios en busca de la verdad de su saber, despreciando, como he dicho, su presunta sabiduría. En definitiva, que mi mayor arte como poeta consistía en hablar con vosotros. Como me habéis negado esa ocupación, he tenido que volver a mis viejas costumbres, para tener contento a mi geniecillo.   
     Calicles le censuró una vez más:
     –¿Te estás burlando de nosotros?
     Pero el guardia insistió en que todos se fueran inmediatamente para dejar tranquilo al maestro. Todos salieron excepto Critón, como Sócrates le había pedido. El viejo le entregó un par de tablillas y le solicitó que a la mañana siguiente se las devolviera, una vez transcritas.
     –Procura que todos estos textos se mantengan ocultos, excepto para aquellos que, como yo, amen más al hombre sabio que a su sabiduría.
     –No sé si te das cuenta de que incluso ahora estás hablando con frases imposibles.
     –Conformémonos con enunciarlo de este modo: que nadie llegue a completar saber alguno sobre mí. Hemos sido testigos de los caprichos con que la fama ha tratado a los más grandes tiranos: Pericles, Alcibíades, Critias... ora héroes, ora traidores. Prefiero ser un enigma jocoso y sin sentido, como suelen ser las palabras del oráculo, que una petulante sentencia en boca de los sacerdotes.
     –Al final las ideas tendrán que estar inventándote a ti, una y otra vez, por el olvido de los hombres. Como en el mundo al revés del que antes hablabas.
     –¿Y si ya viviéramos en ese mundo del revés? ¿Y si nunca hubiéramos vivido en el mundo del derecho?
     –¿Cómo es eso?
     –¿Y si todas las leyes se cumplen siempre, y si todos los dioses dicen la verdad?

domingo, 6 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (f- "una fuente de olvido")

     Calicles frenó en seco la disertación de Sócrates.
     –Deberían envenenarte ahora mismo. Ya veis hasta qué punto amenaza este hombre la sana educación, las costumbres, las leyes y nuestro conocimiento de los dioses.
     –¡Ah!, algo buscarán los dioses con esta oportuna prórroga.
     –No hagas caso Fedón. Mira que no he dicho nada muy distinto a lo que he ido anunciando estos últimos años. Considera que aquí Calicles actúa como un cuerpo al servicio de sus ideas y de las ideas de la ciudad. Pero si lo haces, y tienes en cuenta mis ideas, estarás actuando tú mismo como otro cuerpo al servicio de las ideas de un viejo.
     –¿Cómo podemos ser sabios, entonces? ¿Acaso estamos a merced de que, como a ti, nos visite un genio o como a los artistas, una musa?
     –En cierto modo, el hombre sabio accede a su virtud a través de cierto olvido. Igual que el cantante parece que olvida sus horas de ensayo y canta su canción con el entusiasmo de una canción nueva, o el atleta que ha olvidado sus ejercicios de entrenamiento y parece correr con una pasión innata o el poeta que escribe las mismas palabras de todos como si se dijeran por primera vez; pues igual el hombre sabio llega a un estado de olvido en el que las ideas parecen brotar de él como por primera vez.
     –¡Qué imagen más bonita, la del hombre virtuoso como una fuente de olvido de la que brotan las ideas!
     –Eso es cosa tuya, Isócrates, que compones imágenes poéticas a partir de mis palabras; imágenes que a mí, Sócrates, me maravillan al tiempo que me resultan extrañas.
     Calicles volvió a la carga:
     –A ese pollo no te lo llevas ya al catre, viejo.
     Pero Sócrates hizo caso omiso.
     –Ahora bien, esto que he dicho, en nada contribuye a mi presunta sabiduría. Y mucho me cuido yo de ello. Así, el enunciado del oráculo quedará permanentemente por confirmar. El día que se confirme, mis días de hombre sabio habrán llegado a su fin. La sabiduría que otros me atribuyan será falsa, y serán falsedades suyas.
 

sábado, 5 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (e- "las ideas")

     –Pero si el hombre sabio es el que sabe, pero el saber es propio de las ideas y no del hombre, ¿no estamos ante dos enunciados imposibles de casar?
     –En efecto, a pesar de que ambos enunciados nos parecen verdaderos y se refieren al mismo suceso, que es el saber del hombre. Es más, si sabemos esto es porque somos hombres que, al menos esto, sabemos. Ahora bien, queda por dilucidar si es en virtud del hombre que sabe o es en virtud de las ideas.
     –¿Acaso crees que las ideas existen por sí mismas, sin que ningún hombre las piense?
     –Esa sería una interesante hipótesis. ¿Y si fuera así? ¿No serían esas ideas las garantes de la verdad del mundo? Sería ese mundo un mundo propio de auténticos dioses. Los hombres quedarían reducidos a cuerpos ignorantes que soportan el extraño efecto de las ideas sobre el mundo.
     –Si los hombres fueran meros portadores de ideas, no serían ellos mismos virtuosos, sino que la virtud estaría a cargo de esas divinas ideas. Tu mundo de ideas le niega al hombre virtud alguna.
     –Así es de terrible. Ahora comprendes como yo, por qué puedo pensar que la sabiduría ha sido un invento terrible.
     –¿Piensas con ideas? ¿Cómo es posible que alguien haya inventado la sabiduría?
     –Ya hemos explicado cómo sería un mundo poblado por ideas divinas. Ahora mirémoslo desde un punto de vista distinto. ¿Y si saber no consiste en adquirir un saber, sino en inventarlo? Así, la virtud del hombre sabio sería como la del cantante que genera su voz, la del atleta que impulsa su carrera o la del poeta que compone su canción. Una vez creadas, las ideas, a él y a su virtud ya no le competen como hombre sabio.
     –¿Insinúas que aprender es contrario al hombre sabio?
     –Si consideramos aprender como adquirir ideas, sería como convertir al hombre en ese cuerpo ignorante que soporta la carga del mundo divino. Si consideramos aprender como el arte de generar ideas, ¡nada más oportuno para el hombre sabio!

viernes, 4 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (d- "la sabiduría, el saber y el hombre sabio")

     –Pero, ¿y si la sabiduría fuera el más nefasto invento de las ciudades griegas?
     –¿Qué pasa, es que no piensas dejar nada a salvo hasta que no te pongamos la moneda en la lengua?
     –Deja hablar a Sócrates.
     –No necesito hablar, sé pensar solo; y, a las malas, me basta con mi genio. Sois vosotros los que os empeñáis en tirarme de la lengua.
     –Pues deja que te tiremos. Compadécete de nosotros que pronto dejaremos de oírte.
     –Pues esa misma es la base de mi razonamiento. Cuando consideramos las virtudes parece claro que la virtud del cantante se desarrolla cuando canta, y no la mezclamos con la virtud de la canción. Cuando consideramos la virtud del atleta, la consideramos mientras corre, cuando la carrera acaba, su hazaña queda a cargo de los poetas. Igualmente, la virtud del poeta estriba en la composición del poema; pero el poema, ya terminado, queda a cargo de los aedos y los cantantes. Así pues, cuando decimos del hombre sabio ¿cuál es su virtud?, respondemos que es su sabiduría; y aquí creo que respondemos erróneamente. La virtud del hombre sabio ha de manifestarse mientras sabe, quedando fuera de lugar su sabiduría.
     –Pero cuando decimos que un hombre sabe, es porque sabe algo, y ese algo es su sabiduría.
     –Pero obsérvalo bien. Decimos de un saber que es auténtico en la medida en que se corresponde con la verdad, con los objetos que nos rodean, los lugares, los actos. Así pues, la autenticidad de un saber no viene en virtud del hombre sabio, sino en la veraz correspondencia entre sus ideas. Y digo entre sus ideas, pues el hombre que sabe lo que es una montaña no tiene en sí la montaña misma, sino su idea. Es así que el saber del hombre se componen de ideas que no le pertenecen. Siendo así, la sabiduría sería ese mundo de ideas al que el hombre tiene acceso y a través del cual llamamos sabio; pero, en verdad, en nada sería virtud propia del hombre y no podríamos, siendo honestos, llamar sabio a hombre alguno.
 

jueves, 3 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (c- "llegan Fedón y Calicles")

     Pero en ese momento fueron interrumpidos por Fedón, que acudía a visitarlo. Tras él llegaba la habitual cohorte de admiradores y detractores, que ni en sus últimos días iban a dejar a Sócrates tranquilo.
     –Sé discreto ahora, Critón, no vaya a liarse la cosa más. Aparentemos serenidad.   
     Calicles apareció sonriente, poco después de Fedón, que llegaba triste y en silencio. El joven político se colocó en el centro de lo que de él pudiera deducirse un simposio cualquiera.
     –¿Qué andas escribiendo, Sócrates?
     –Aquí tengo un himno a Apolo que estoy componiendo.
     –Así que ahora buscas el beneplácito de los dioses.
     –En efecto, en él solicito el perdón de Apolo.
     –Pues no creas que con este acto cambiarás la sentencia en el último momento.
     –Te equivocas, no pido el perdón de Apolo para mí, sino para los atenienses, por el crimen y la ofensa que comete contra él.
     –¡Valiente atrevido! Bien es justo que te maten; es la única manera de acabar con tu arrogancia.
     Fedón intentó interceder en favor de Sócrates.
     –En la medida en que el jurado haya sido persuadido a actuar en contra de la verdad o en contra de las leyes de la ciudad, podemos decir que tu condena es un crimen; pero dinos, Sócrates, ¿por qué consideras que es una ofensa a Apolo?
     –¿Pues no recordáis ya los oráculos de Apolo que me otorgaban a mí el título de hombre más sabio de Atenas, sin que pudiera encontrarse hombre más sabio en toda Grecia?
     –Pero usar tus habilidades de forma perversa es asunto tuyo, no de Apolo.
     –Pero, si recordáis, yo mismo quise poner en reserva el enunciado del oráculo. Fuisteis vosotros, tus amigos políticos, tus amigos sofistas, los que me presionabais para que actuara en consecuencia. Como yo me resistía me acusabais de poner en duda a los dioses. Así que acaté la opinión popular y me puse en mi tarea. Tal como mi genio me indicaba, investigué a cada hombre sabio de Atenas cuánto era de sabio y en qué medida era cierta su sabiduría. Siguiendo el dictamen del oráculo puse en cuestión las opiniones que los hombres tienen sobre sus leyes y sus dioses, en busca de la verdad y de la cierta sabiduría. Y, como ponía en evidencia vuestra ignorancia, de nuevo me acusasteis de ir en contra de los dioses, y ahora más, de dar mal ejemplo a los jóvenes.
     –Pero, ¿qué esperabas? Si les dices al hombre poderoso “tu poder es ilusorio, no sabes qué es el poder”, si le dices al hombre virtuoso “tu virtud es ilusoria, no sabes qué es la virtud”, si le dices al hombre sabio “tu sabiduría es ilusoria, no sabes qué es el saber”; quién esperas que te defendiera de los débiles, de los malvados, de los idiotas que ni siquiera saben que están obrando en el error. Al poner en duda la sabiduría de la ciudad es de esperar que la política te destroce.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (b- "la injusticia")

     –No entiendo por qué eres tú el único de Atenas que espera que se cumpla la sentencia.
     –Sí, los demás se toman las leyes así, verdad, como meras predicaciones, sin consecuencias. Ahora digo esto, pero hago lo otro. Monto una revolución. Asesino. Siempre en nombre de la ley pero nunca acatando las leyes. Y yo, el enemigo de la democracia, el perverso corruptor de la juventud soy el único que cumple ahora, ¡y no por gusto!, sino por sencilla vejez.
     –Pero si también te niegas tu propia vejez.
     –¡Que ya soy viejo! Pero conviniendo en lo que dices, también es irónico que, siendo esta ley natural la única que el hombre cumple de todas formas, yo mismo, acatando las leyes de una injusta democracia, que me acusa de despreciar a los dioses, incumpla en nombre de la ciudad la ley principal de los dioses.
     –Tú mismo dices que es una injusticia, y este juicio será visto de otro modo cuando pasen estos tiempos y estos gobiernos.
     –¿Y no es injusta la vejez, que le quita al hombre el gobierno de sí mismo precisamente por haber cumplido con las leyes naturales de la vida? Así, esta democracia me hace preferir sufrir la injusticia de las leyes de la ciudad a ser injusto como las leyes de la naturaleza.
     –No tienes por qué obedecer las leyes. Ya eres oficialmente un delincuente, de los más peligrosos. Peligroso para el futuro.
     –Hay tantas leyes, que resulta imposible incumplirlas todas. Hagas lo que hagas, seguro que obedeces alguna.
     –Vivimos en un tiempo terrible en que las leyes mienten y los dioses se equivocan.
     –¿Quién se atrevería a vivir en un mundo al revés?
     –Cómo es eso.
     –¿Y si todas las leyes se cumplieran siempre, y si todos los dioses dijeran la verdad?
 

martes, 1 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (a- "Critón insiste")

Cuando Critón llegó aquella tarde a la prisión, encontró a Sócrates solo, encogido y garabateando en sus tablillas. Con una mano punzaba la cera y con la otra sujetaba sus grilletes, en una postura a la que parecía ya haberse acostumbrado.
     –¿Qué escribes ahora?
     –Compongo un himno a Apolo.
     –¿Al final vas a preocuparte por los dioses?
     –Por el oráculo de Apolo es que he acabado aquí. Así que le escribo, irónicamente, un himno como homenaje. Además, me sirve para elaborar mi testamento sin levantar suspicacias. Hago en él testimonio de todas las obras que guardo escritas. Más adelante te enseñaré a leerlo; pero ahora es muy temprano, luego duermen los guardias.
     –Tienes hasta una veintena de barcos dispuestos a llevarte.
     –¡Por favor, Critón, mírame! Llevo aquí tres días y casi han acabado con mis pulmones. Los huesos casi se me han disuelto con la humedad de las piedras. ¿Tú crees que aguantaría el más mínimo viaje?
     Critón no quiso decir nada; le dolían las palabras de su amigo. Sócrates continuó.
     –Además, mira la que se me ha echado encima. Y esto es aquí, en Atenas, la ciudad más instruida de Grecia. ¿Qué no me esperaría en otras ciudades?
     –Podrías retirarte a una granja.
     –¿Y condenar a Jantipa a una vida mísera, rural, por unos pocos días más de vida? Asúmelo. No os lo creéis porque me veis razonar con la cabeza clara; pero estoy viejo. No viejo como antes, sino de verdad.
     –Bueno, pues reconcíliate con la vejez y deja que ella acabe contigo, más adelante.
     –Muchos quieren mi muerte, ¿verdad? Incluso mi propio cuerpo. Luego, esa moda pasará.

lunes, 31 de octubre de 2016

II. La sabiduría de Sócrates (h- "final de la jornada")

     Así que cuando Sócrates volvió a casa, tuvo la sensación de que el asunto definitivamente se había desmadrado. Los que antes lo miraban mal se iban a convertir en auténticos enemigos. Todo por la notoriedad de aquella sanción pública que le había otorgado el oráculo. O solo por un encuentro fortuito, un cruce entre el camino occidental de Atenas y el hábito de Sócrates de componer canciones bajo las encinas.
     –Ya te decía yo –le recriminó Jantipa– que acabarías trayendo el desastre a esta casa, con tanto incordiar a la gente.
     –No te burles, que el asunto está crítico. La política se está volviendo violenta y a cualquiera le vengo bien para desviar sus culpas. ¡Con estos voy a acabar en prisión!
     –¡Cómo van a meter preso al hombre más sabio de Atenas! –replicó Jantipa mientras buscaba desesperadamente algo pesado que lanzar a la cara de Sócrates.
     –Pero, ¿y si me meten preso?

domingo, 30 de octubre de 2016

II. La sabiduría de Sócrates (g- "turno de réplica")

     Entonces tronó la voz autoritaria de Critias, acallando a los presentes:
     –Por mucho que las palabras de este liante retuerzan la cuestión, me niego a aceptar que Sócrates se coloque al mismo nivel de sabiduría que un maestro acreditado.
     –¡Me comprometo a ir al oráculo! ¡Me comprometo! Veremos si se cumple el vaticinio de Sócrates.
     Y una vez más volvió la aclamación: “¡Sócrates! ¡Sócrates!”, esta vez aderezada por un más avivado “¡Querefonte! ¡Querefonte!”
     –Critias, veo que estás de acuerdo conmigo en que no debemos hacer caso a estos enunciados del oráculo.
     –Sócrates, tú y tu demonio no me engatusan. Que nadie piense que yo admito desobedecer al oráculo.
     –¿Quién ha dicho eso? Yo desconfío de estas, estas sentencias, no del oráculo. El oráculo propone enigmas, nunca habla claro. En cambio, estas frases, que parecen tan serias y rotundas, no esconden verdad alguna. Les falta el humor de los dioses.
     –Pero si se cumple tu vaticinio sobre el oráculo, todos sabrán que el oráculo ha dicho que no hay nadie más sabio que tú.
     –En ese caso, ve tú al oráculo y pregunta si hay alguien más sabio que Critias.
     –No admito tus juegos. Sócrates. No tengo por qué rebajarme a la opinión de fabuladores. Mis discursos están ahí, mis discípulos me avalan, mi conocimiento está alcance de quien quiera ponerlo en duda. Pero, ¿qué harás tú, Sócrates, cuando el oráculo te sitúe entre los sabios de Grecia? ¿Asumirás tu papel o seguirás incordiando por las calles como si no tuvieras responsabilidad alguna?
     Acorralado como estaba por la amenaza de Critias, Sócrates quiso zafarse del asunto a la desesperada.
     –¡Vale, pues, admitámoslo! Yo soy el más sabio. Nadie más sabio que yo. Como sea. Si es así, estoy dispuesto a comprobarlo o a desmentirlo. Ahora: estará en juego la veracidad de los dioses. Iré a la casa de todos y cada uno de los sofistas de esta ciudad y veremos si cada cual es tan sabio como dice. Te aseguro que será la tuya, Critias, la primera casa que visitaré. Será tarea de vuestra sabiduría, la tuya y la de los otros “sofistas”, desmentir las palabras del oráculo.
     Otra vez la aclamación: “¡Sócrates! ¡Sócrates!”
     –Esta ciudad no va a permitir que te tomes a pitorreo a los dioses.
     –Sois vosotros los que sacáis las cosas de quicio. ¿Qué culpa tengo yo de vuestra ignorancia? Vosotros que os negáis a admitir que mis razonamientos hagan mella alguna en vuestro saber.

sábado, 29 de octubre de 2016

II. La sabiduría de Sócrates (f- "Sócrates se defiende")

     Sócrates quiso una vez más aportar algo de luz a la cuestión, que alejara de sí las sospechas:
     –¿Y si esas no fueron exactamente las palabras del oráculo? ¿Y si algún termino del enunciado se nos escapa? Hilofonte dijo que esta vez las palabras de la pitia habían sido claras, pero normalmente suele ser un galimatías incoherente. Después, las sentencias de los sacerdotes suelen ser confusas; su exactitud se basa en guardar escrupulosamente la ambigüedad. Hilofonte ha perdido la lámina con la sentencia...
Entonces se levantó Querefonte con su rotundidad habitual e interrumpió su perorata:
     –Yo estoy dispuesto a volver a Delfos y preguntar en el oráculo del mes que viene si hay alguien que sea más sabio que Sócrates. Así, claramente, sin que haya lugar a dudas.
Sócrates vio en la efusividad de su amigo un nuevo revés para salir bien parado de aquella historia.
     –Por favor, Querefonte, ya no tienes edad para un viaje así.
     –¡Me comprometo!
     Dio un grito enorme que fue respondido por una aclamación general entre todos los muchachos que asistían divertidos al debate. Sócrates intentó, aún así, disuadirlo:
     –Pero yo puedo decirte cuáles van a ser las palabras del oráculo: “Nadie en toda Grecia es más sabio que Sócrates”.
     –Entonces tú mismo lo admites.
     –No, sólo predigo lo que dirá el oráculo.
     –Ahora Sócrates habla en nombre de Apolo.
     Sócrates buscó entre todos los presentes a aquel que había lanzado esa puya.
     –Si piensas como yo, también llegarías a esa conclusión.
     –¿Cómo es el asunto?
     –Vamos a ver: tú, como todo griego, conoces la inscripción a la puerta del templo de Apolo, ¿cierto?
     –Cierto.
     –Esa inscripción nos ordena claramente “conócete a ti mismo”, lo cual presupone una ignorancia previa sobre uno mismo.
     –No veo por qué.
     –Vamos a ver: cuando le ordenas a alguien que siembre unas semillas, ¿es porque las semillas ya han sido sembradas?
     –No.
     –Cuando le pedimos a alguien que talle una estatua, ¿la estatua estaba ya tallada de antemano?
     –No.
     Conociendo el juego, un coro de jóvenes empezaba a acompañar cada “no” con creciente entusiasmo.
     –Cuando le pedimos a alguien que llene un cántaro, ¿ha sido el cántaro previamente llenado?
     –¡Noooo!
     –Entonces, cuando pedimos a alguien que conozca un asunto, ¿es cuando previamente ya lo conoce?
     –¡Noooo!
     –Siendo, pues, que el oráculo pide a cada uno que se conozca a sí mismo, es que cada uno conlleva una profunda ignorancia de sí mismo. Siendo de esta manera, ¿puedo ser yo más sabio que tú si tú sabes más de mí mismo que yo?
     –No, de ninguna manera.
     –¿Y puedes ser tú más sabio que yo, si sabiendo más que yo que yo mismo, ignoras de ti mismo lo que yo sí podría saber? Observa, antes de responder que el oráculo nada objeta sobre el conocimiento que pudiéramos tener sobre los demás, y que aquí estamos razonando qué diría el oráculo, y no cuál es la verdad de las cosas.
     –Pues no.
     –Entonces, ninguno de los dos sería el más sabio.
    Otra vez con el coro.
     –¡Noooo!
     –¿Y habría un tercero que pudiera ser más sabio que nosotros, ignorando sobre sí mismo aquello que nosotros sí podríamos saber?
     –¡Noooo!
     –Entonces, siendo así en cada caso, no podríamos encontrar a nadie que, siendo ignorante de sí mismo, pueda ser más sabio que otro. Por lo tanto, tampoco nadie más sabio que Sócrates.
     El griterío fue descomunal. Algunos se quejaban sonoramente de la soberbia del viejo, pero los más lo aclamaban y vitoreaban. Sócrates continuó, alzando la voz sobre el griterío:
     –Esto, por supuesto, a no ser que el personaje en cuestión no conozca la inscripción del templo. Como nadie educado en Grecia desconoce esa inscripción, hemos de deducir que si hay algún hombre más sabio que otro griego, no puede ser otro griego, sino un bárbaro.
     Entonces estalló el éxtasis colectivo. Los jóvenes estaban fuera de sí: gritaban y saltaban empujándose unos a otros, miraban con sorna la expresión cariacontecida de sus compungidos maestros y se sumaban al coro general “¡Sócrates! ¡Sócrates!”

viernes, 28 de octubre de 2016

II. La sabiduría de Sócrates (e-"palabras exactas")

     Se armó un pequeño revuelo de réplicas y comentarios.
     –Hilofonte dijo que el oráculo nombró a Sócrates como el más sabio.
     –Dinos Hilofonte, ¿fue eso o no lo que te dijo el oráculo?
     Hilofonte, superado por las circunstancias no sabía qué decir que no contrariara a un grupo o a otro. Tampoco quería herir a Sócrates, pero no sabía claramente qué sentía el viejo.
     –No recuerdo las palabras exactas... dijo que tú eras el más sabio.
     –¿Yo?
     –¡Ahora dice que Trasímaco es el más sabio!
     Sócrates intuyó la raíz del problema.
     –Creo que la frase del oráculo es “tú eres el más sabio”, por lo que cada uno se siente apelado como el más sabio.
     –Yo estaba allí cuando habló con Sócrates, y dijo clara mente que Sócrates era el más sabio. Dijo: “tú, Sócrates, eres el más sabio”.
     Sócrates se dirigió a Hilofonte y con el tono más amable que le permitía su acento incordiante le interrogó:
     –Acláranos, Hilofonte, ¿qué dijo realmente es oráculo?
     –No lo sé...
     –Está claro que él no es el más sabio.
     Una ola de carcajadas inquietó a la multitud. Hilofonte intentó reaccionar, pero se derrotó a sí mismo al estar en evidencia:
     –Yo sólo sé... que no sé nada.
     –Inteligente respuesta. ¿A ver si vas a ser tú de veras el más sabio?
     Con esta frase, Sócrates pretendía quitar algo de gravedad al asunto. Pero ese momento lo aprovechó Querefonte para avivar más el fuego.
     –Aunque “tú eres el más sabio” se refiera a cualquiera, el caso es que Hilofonte se encontró contigo. Apolo sabía esto. Sabía que Hilofonte buscaba maestro para su hijo y sabía que se toparía contigo al volver a Atenas.
     –Eso no demuestra que la interpretación sea válida. Son suposiciones tuyas. No podemos saber qué es lo que se proponía realmente Apolo. El mismo Sócrates ha señalado la posibilidad de que Hilofonte sea el más sabio.

jueves, 27 de octubre de 2016

II. La sabiduría de Sócrates (d- "debate en la calle")

     Él mismo abrió la puerta y se encontró la inconfundible figura del viejo Querefonte, que jadeaba apoyándose en las jambas.
     –¿Qué te pasa, amigo? ¿Vienes a dejarme tu último resuello? ¿Cómo se te ocurre plantarte así en mi casa?
     Querefonte apenas podía sacar el aire para sus palabras.
     –Media ciudad viene para acá. He querido llegar el primero.
     –¡Cómo va a ser media ciudad!
     –¡Amigo mío, por fin los dioses han reconocido que eres el más sabio!
     El enunciado de Querefonte era, sin duda, exagerado, pues menos de la mitad de la mitad de Atenas sentía verdadero interés por la educación pública, la física y la retórica; sin embargo, ningún otro era más fiel a la avalancha de gente que, como un hormiguero en revolución, llenaba las calles, adoptando como centro la casa de Sócrates. En realidad era una aluvión de jóvenes admiradores y sus amigos, que arrastraban consigo a familiares y maestros.
     –¡Sócrates!
     –¿Cómo es eso de que eres el más sabio?
     –¡Demuéstranos que eres el más sabio?
     Y voces de este tenor se hacían eco mucho antes de llegar a la puerta de la casa. Allí, Jantipa ya contemplaba con enfado la escena.
     –Si toda esta gente piensa que va a sacar algo de aquí, díselo muy claramente, Sócrates: esta no es casa de banquetes.
     Así que Sócrates llevó a la muchedumbre a la plaza de al lado, apenas un cruce entre dos calles. Las cabezas se apretaban en las cuatro direcciones. A veces, el gentío se abría para dar paso a algún reputado sofista que llegaba al centro de la discusión. El debate giraba en torno a la desconcertante noticia que desgarraba las opiniones entre la natural incredulidad y la forzada aceptación de la sentencia del oráculo.
    –Tiene que haber algún error en todo esto.
     –No podemos dudar del oráculo. Sería como acusar a Apolo de ignorar o, peor, de mentir.
     –Pero lo que dice Sócrates es verdad. Este viejo no sólo no sabe nada, sino que ni siquiera permite que nadie lo sepa. Con él todo son tergiversaciones y dudas.
     –En efecto, os hago dudar, de aquello que son creencias fundadas en nubes.
     –Y para ti, ¿qué no se fundamenta en nubes? Tú mismo dudas de la veracidad del oráculo. ¿Acaso vas a decir que los dioses también están en las nubes?
     –Pero mirad cómo estáis de acuerdo conmigo: no soy tutor de nadie, no saco provecho alguno de mis discusiones, discuto porque no comprendo las cosas que decís, por mucho que vengan de vuestros maestros, muy reputados... ¿qué culpa tengo de que mi ignorancia sea contagiosa? No me cuadra su edificio de saber en mi manera de ver las cosas.
     –Pero es muy simple. Si Sócrates tiene razón, el oráculo se equivoca. Sócrates sería entonces más sabio que el oráculo, más sabio que Apolo. Nadie más en Atenas se atrevería a ser más sabio que Apolo. Este viejo sí que es capaz de creer que Apolo es, no menos sabio, sino, al menos, tan ignorante como él. Por otro lado, si Sócrates se equivoca, el oráculo tiene razón y es el más sabio entre nosotros. Y el más sabio entre nosotros, bien puede equivocarse en esto.
     –Pero si él, que no se considera sabio, se equivoca, siendo el más sabio; nosotros tendríamos razón, y seríamos, al menos en esto, más sabios que Sócrates.
     –¡Yo siempre lo he dicho! Sócrates es más sabio que ninguno, petulantes pedagogos...
     Sócrates tuvo que cortar el enervado entusiasmo de su amigo Querefonte.
     –Yo no digo que el oráculo se equivoque. Somo nosotros los que tergiversemos las cosas.
     –Tú tergiversas las cosas con tu forma de hablar.
     –Dijo un sofista.