lunes, 22 de julio de 2013

Qué hacemos con el hombre: a fin de cuentas,
su felicidad ha de quedar
interrumpida, su obra moral ha de quedar
interrumpida, su bien todo es
ilusorio. Ese esfuerzo por ahorrarle
el dolor es menos que un sueño.
Apuesta por rendirte a su deseo,
por estructurarle –viento nubes estrellas– un deseo
soportable, ya que su cuerpo nunca ha estado
preparado para el deseo,
ni su familia ni su sociedad lo han estado.
Acompañarlo con mano cariñosa por la cultura,
su casa también llena de crueldad.
Y si el deseo es el ángel de su propia destrucción,
que su llama sea bella, sea horrenda, que ilumine
apenas un instante el ahora como un regalo
lo más humano posible.