Mis manos viven en el reino de los ciegos
para ti, mi reina.
Cruzas la eternidad con un toque
de esperanza. Y yo pienso en ti
y no puedo alcanzarte.
Envidia, sí, es envidia
la belleza que me haces brotar lejos
de mi mirada, cerca de tu risa.
La biblioteca se dejaba caer en su cascada
de estantes, sobre una espuma vida
siempre la misma.