lunes, 19 de septiembre de 2011

Más que el asesino, de sus muertes;
el mensajero es responsable de su historia.
Admítelo de una vez: sabes
que eras el patético esfuerzo
por ver en este objeto este y no otro
objeto cualquiera, por evitar leer
es una palabra, cualquier palabra
posible, si no todas y a un tiempo.
Y tendrás la poca vergüenza de creerme
intocable.
El tiempo en tinta
y nuestras vidas, la caligrafía
con que escribimos
el significante de la muerte.