Un lazo de unión nos ata
precisamente a la distancia.
¿Quién nos permitió dudar de la belleza?
Todo rostro, desgarrado cinco veces,
iluminado suficientemente por los astros
o por las diferentes versiones del fuego,
y en el que reconozcamos el dulce brillo
sensual de nuestro aroma, suave y líquido,
es más: en el que sospechemos que sujeta
sin nada, las palabras.
Ser intercambiable por ella.
Recibimos o tomamos
robado o prestado
el privilegio de hacer
hermosas las cosas.