sábado, 8 de junio de 2013

Volvamos a Dios, ese hipopótamo,
el cocodrilo ancestral que es metáfora
del sufrimiento más paciente, del deterioro
universal elefante con brazos miles
de mujer azul de cielo y diente
entregado a la muerte sin respeto.
O pasemos olímpicamente
de estos y otros temas.
Me dices, ¿qué es este enigma?
Pero han volado tus ojos,
quieren música.
Queda tu perfume y la huella
invisible de tus labios.
Alguien trocó los universales
antes de crearlos y que fueran
abstractos. Hoy, trocitos, lo partimos.
Él lo sabía. Él era sólo filo:
lo que hace sólo un momento imaginamos
mientras sonaba ese motor hidráulico
bien lejos que sería lo que aún futuro.
Los artistas llevan tejiendo pájaros
lo que las estrellas combustionando amor.
Me releo, vacío de vivencias, es
exasperante. Dirías que el vicio
es mi quietud. Y yo me defendería
esgrimiendo mis propios fantasmas
contra mí mismo.
Dolor abierto en las piernas que baja
como un dolor de cabeza, como
la gestación de una divinidad. Hambre
de piernas o cruce de otras piernas.
El maratón de tus piernas sube hasta las mías.
Cuando no te conocí caminaba
con mis costillas en la mano
alegremente, torpe, mezquino, solamente.
Hoy, deseo de piernas, de ti, de viaje
hacia la selva y los hielos,
hacia las posibilidades históricas
de nuestro, marciales eufemismos, bocado
amor.