El joven aedo sueña
navegar entre el oleaje de colores
que circunda en sus vestidos el cuerpo
de la reina:
los cálidos vientos de su aliento,
las peligrosas palabras de su boca,
arrecifes que protegen el ganado de los dioses,
corrientes que conducen a islas innombrables.
Quisiera ser la tela ante sus ojos,
la aguja entre sus dedos.
Canta intrincadas aventuras
que, emocionada, ella tejerá
en el infinito sudario de su padre.