miércoles, 30 de noviembre de 2016

Todavía

La Quimera es un tejido de discursos
que ni con plomo deja de volar.
Analicemos fríamente:
qué pinta aquí
la sangra de Medusa, sobre
cuyas alas -las alas de la sangre,
no las alas de su mirada de piedra-
portaban por los aires el plomo
destinado
a ser fuego de muerte en la garganta.

martes, 29 de noviembre de 2016

Receta para estos tiempos

Toma este remedio como poción contra el conocimiento.
Esta muerte, como remedio contra la amenaza.
Un brebaje contra el remedio y otro contra la necesidad
de ingerir amenazas por haber conocido la muerte.
Mezclado con estudio en dosis altas puede producir
síntomas de humanidad, leer con cuidado. Si vuelves
a amarme, descarta los remedios, séme poción, 
sábeme a amenaza. Que sólo sea el lenguaje
el asunto de la muerte.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Al menos dos

Digo que dos demonios me atormentan.
El uno es la ignorancia, que me impide
captar los entresijos de este mundo.
El otro es el olvido, que arrebata
lo que una vez sentiera a manos llenas.
Así, qué queda, sino soportar
-si fuera posible contigo,
cómplice de mis desgracias,
dibujante de mis alocadas invenciones,
de mis ilusiones, de mis conocimientos-
que llegando el límite de los días
he de saber
que he vivido perdiendo tanta vida.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Gemastrategia

Apuntes del movimiento ondulatorio,
afilado como el frío en un guante,
perviven entre el régimen pendulario
de un rictus decidido
y un ademán nervioso.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Tal vez a los seis

Prefieren un paisaje truculento como una pistola.
Una cola de espera ante la ventanilla de un banco
nutrida por parados, jubilados, enfermos de necesidad 
aburrimiento, locura o buena educación, en su mayor
parte. Suponen que el acto es más real que su fantasía.
A los cinco años, una niña a la que ya no recuerdo,
me dijo cómo hacer el nudo de los zapatos. 
Defina frialdad.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Esencia, existencia, persistencia

Emociones, ¿dónde vais?
¿Qué brazos os empujan en brazos de otros brazos?
¿Sois ritmo, forma, peso, itinerancia?
Navegáis en una economía de pisadas
a galeradas de odio y renta de intereses.
Sea bienvenido cualquier otro sentido
contrario al viento.
Imprimís la meteorología de informaciones
en pozos ciegos.
Aderezando con un menú de olvido
a la moda. Obsesiones, ¿dónde váis?

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Deterioro de la sedimentación

El interés del vocabulario va tendiendo a otros trazos.
Dicen que es otra vida la que viviendo habla.
Dicen que son otros recursos los que por hache o por be
meditando se emplean, por costumbre se usan y a la postre,
habitando el calor justo antes de tu marcha,
resultan.

martes, 22 de noviembre de 2016

Arritmia espacial transitoria

Temprano al exilio, sin demora.
Una camisa, fina para el invierno,
pegajosa para el verano.
Ladrillos para la primavera y libros
para el otoño. Allí hablan de guerra
, palabras fáciles para una economía
tremendamente complicada y efectiva -
no vayas a pensar
que no quepo aún entre tus manos-
para el uso común de los mortales:
hijos del instante, padres de una ficción.

lunes, 21 de noviembre de 2016

El imperio del Yo

En aquel tiempo, las mujeres
del emperador estaban en todas
partes. Cualquiera
de sus amantes podía ser
quien gobernara los suelos, atentos
a los pasos, uno tras otro, calle tras calle
de la ciudad sin fin y del bosque sin fin,
quien gobernara los cielos, atentos
a las plegarias, boca tras boca, lengua tras lengua,
en una jerarquía burocrática de deseos humanos.
Las mujeres sonreían y jugaban a la venganza.
Los hombres eran jugetes de un amor, siempre
por inventar. Yo
fui uno
de ellos y por un breve futuro
fui dueño de un imperio.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Reubicación

En un pedestal, arriba en la conciencia,
puerto seguro de información mediada
por el ínfimo lugar a pies juntillas.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Uncruce

No esperabas así la primavera.
El corazón te late y los nudillos
no saben esperar como la lengua.
El trabajo se riza con tu nombre
y la fiesta se acaba, pero no
te lo esperabas. Sale el sol, renuevas
la cuenta. Por las calles merodean
los deseos que tanto imaginabas.
Por tu cuello mis labios, un pañuelo
o un mapa, pero no te lo esperabas.
Golpeas esta puerta en tanto suena
igual que aquella puerta que abrazabas.
Te he estado amando, y eso ha sido el tiempo,
pero no te lo esperabas.

viernes, 18 de noviembre de 2016

Pobre diablo

Mas sabe
cuán peligroso es
que un idiota aprenda algo,
que implemente en sus vecinos
la sutil pericia de su estupidez.
Mirad, por ejemplo, lo que tantas horas
de estudio han hecho de mí,
quien, como tantos, disfrutaba
de la alegría de las noches largas,
del calorcito del sexo en vivo o imaginado,
de la labial compañía de los cuerpos incansables;
¿qué veis aquí
en este instante, sino una permanente desconfianza
hacia las muy poco meditadas
premisas humanas
?

jueves, 17 de noviembre de 2016

Patientia imperatrix mundi

A Francesc le gustaban los sonetos
hechos con mimo, dichos con paciencia,
templetes de voluble inteligencia
que atesoraban méritos concretos;

pero los mismos sólidos secretos
que dan la gloria dan a la conciencia
ritmos por honor, ripios por herencia,
que no serán ni versos ni panfletos.

Odio, moda, moral, resentimientos,
orden legal los no podrá tocar
de este poema efímeros cimientos;

en menos de una vida o de un silbido
a la nada llevaron su rimar
el tiempo y la bondad con el olvido.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Como cambia la vida

Cómo ha cambiado tu vida,
que aún puedes nombrarla.
Antes cambian los textos y después
cambia la vida.
La gente cree que primiero vivieron
porque así nos lo cuentan; pero
primero llegamos al relato y después
conocemos (imitamos) sus vidas (nuestra vida).
La gente cree que no miente la gente
cuando escribe, ese momento de su vida,
que es  sincera.
Tal vez pertenezca al conjunto de la gente,
esa pandilla viva de ingenuos y mentirosos, pero
todo eso está aún pendiente de ser demostrado.

martes, 15 de noviembre de 2016

"Tu ronca voz de cisne"

Hablas como un adolescente 
que acaba de descubrir el mundo.
Cantas como un adolescente
que acaba de descubrir el mundo.
Tu canción es fea, pero tú
te crees maravilloso.
Y lo que es peor: podrías
ser yo, en un pasado remoto,
en un futuro próximo.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Epigrama

Ah, en estos tiempos,
cargados de tantos estudios a las espaldas,
obedientes de tantas normas libremente elegidas,
con extrema vigilancia sobre tantos males
de la naturaleza, del mundo humano y de los días,
en ritmo armónico entre la enfermedad y sus edades,
...
quién pudiera vivir lejos del silencio y la mesura,
en un estilo de vida barroco y deslumbrante,

usando la tecnología y las ideas como banderas
que nos ofrezcan un salario y una dignidad
previamente acordados, compartiendo
el foro común de las palabras comunes
al criterio de nuestro gusto.

domingo, 13 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (y f- "fin")

     Así, cuando escribía, sentía que era otro quien acababa de escribir lo que tenía delante. Cuando leía, sentía que era otro quien ya había leído cualquiera de los textos, como la Academia se convirtió en otra Academia distinta al hablar con Critóbulo y en otra muy distinta cuando murió Platón. Hasta la misma Atenas le costaba trabajo reconocerla, justo al marcharse, justo al volver, justo al volver a abandonarla. Y su amigo Hermias fue otro en Atarneo, y otros muy distintos los que tuvo que encontrar al rememorarlo después de su muerte.
     Y cuando regresaba a los textos de Sócrates allí le esperaba el torbellino de enigmas que encontraba contagiado del torbellino de obsesiones, olvidos y secretos que revolucionaban la rueda de los días. Aquel no parecía el texto de un maestro, sino la bárbara broma de unos demonios borrachos. No entendía hasta qué punto debía realmente conservar ese legado. Como no podía estar seguro de si aquellos textos eran las ebriedades seniles de aquel viejo borracho, o si fueron en cambio delirios juguetones de su propia juventud. Como él era víctima de su propia confusión y de su olvido, le costaba trabajo tomar decisión alguna al respecto. ¿Y si aquel era realmente el secreto que explicaba el funcionamiento del mundo? Un mundo que soplaba sobre sí un surtido de leyes a la deriva. Un mundo servil y obediente al cachondeo de los dioses.

sábado, 12 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (e- "epigonía")

     »Cuidad bien de que nunca encuentren estos textos. Disimulad vuestro saber y vuestras intenciones, igual que ellos disimulan las suyas. Pero buscad a las mentes adecuadas capaz de mantener vivo el legado de Sócrates. El mundo de las ideas y de las pesadas sentencias y de los hombres virtuosos, cambiará de culto, se enmascarará. Si lo hacéis con arte, vosotros no necesitaréis más máscara que vuestra extraña manera de pensar y vuestra extraña manera de atreverse a decir lo que no tiene razón de ser. Esos serán síntomas de tiempos humanos. Cuando los tiempos divinos se impongan, no pongáis una nota más alta que otra, sed civilizados y confiad en que vuestros discípulos, en busca de otra verdad, os acaben rebatiendo las ideas punto por punto.
     »No seáis como Platón y sus acólitos, dibujantes de confusos personajes históricos, generadores de fantasmas que falsean en nombre de la verdad los auténticos sucesos, las más de las veces difíciles de concretar, de la historia. Jugad alegremente. No seáis ceremoniosos. Atended al que descubra el juego en vuestras ceremonias y reíos en secreto del que tome por ceremonias vuestros juegos.
     Aristóteles guardó en su memoria aquella confusa noche. Guardó en su memoria los discursos de Critólibo, al que realmente le quedaba muy poco de vejez. Estudió y guardó los textos que le fueron encomendados. Pero no tardó en desconfiar de su propia memoria, como aprendió a desconfiar de la educación que recibía en la Academia. Y tan irreales parecían sus recuerdos como el conjunto de experiencias que se agolpaban en su mente. Y si tenía que poner en orden sus pensamientos, sus conocimientos y sus secretos, siempre resultaba el orden de otro.

viernes, 11 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (d- "secretos")

     Y más adelante, en días sucesivos, les hubo de decir:
     »Su obra más importante es la Poética. En ella analiza los entresijos del lenguaje y su relación con la acción, con los objetos, con el pensamiento. Le sirve además para explicar cómo leer y entender sus propios textos, siempre extraños y confusos. Yo mismo no termino de comprenderla del todo; pero estoy seguro de que mentes privilegiadas como las vuestras, como la tuya, reputado Aristóteles, resolverán los problemas de su estilo, siempre combatiendo la ilusión de entendimiento, siempre en contra de la ilusión de verosimilitud, lejos de la imitación, lejos de la unidad. Toma como punto de partida el lenguaje del chiste y de la comedia, abordando todas las dimensiones del humor, de la ironía, de la risa, la ficción... También quería completar su Poética con otro gran apartado que trabajara el lenguaje de la tragedia; pero decía mi padre que Sócrates siempre se quejaba de que le resultaba demasiado aburrido y nunca llegó a escribirla.
     »Si esta Poética suya saliera a la luz, todos los contundentes discursos de vuestra Academia, incluso los del inapelable geómetra de vuestro maestro, volverían a ser puestas en duda, como en los tiempos mismos en que Sócrates paseaba su manta roñosa por las calles de Atenas. Pero entonces, no dudéis, se echarán sobre vosotros como se arrojaron sobre él. Y no sólo sobre vosotros, sino sobre vuestro fantasma, tergiversando vuestras ideas, llevando la gloria de vuestros nombres en un sentido que en nada corresponde con la verdad, sino a sus propios intereses, que harán pasar como la verdad más fiable. Porque en el fondo, Platón, desde muy joven, y su gente, los aristócratas de la más vieja condición han ido orquestando todo este mundo académico para evitar que los jóvenes piensen y se conviertan en hombres sabios. Ellos quieren hombres serios, hombres sometidos a las grandes e inapelables ideas: el bien, la virtud, la sabiduría, el estado... Que nadie cuestione esas ideas y atienda a sus contradicciones. Que nadie cuestione la contradicción entre sus ideas y sus actos. Que nadie cuestione las contradicciones en la visión de Sócrates y sus ideas que ellos mismos proponen. Y digo ellos porque Platón, con su impecable e inteligente estrategia, ha ido creando por todo el Mediterráneo sucursales de su Academia, recopilando saberes y convenciendo a los maestros, bien con la belleza de su discurso, bien con la influencia de su posición, bien con el peso de su riqueza.

jueves, 10 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (c- "los escritos de Sócrates")

     Aristóteles respondió con silencio curioso el comentario de su compañero. Su actitud con respecto a Critóbulo había cambiado y ahora estaba deseoso de conocer el punto de vista de aquel viejo sobre lo que fuera que iba a contar.
     Critólibo sacó un viejo rollo de papiro de su zurrón, asegurándose que estaban solos en la salita de la taberna y nadie los observaba ni los atendía.
     –Estas son las últimas palabras que escribió el maestro Sócrates.
     Los dos muchachos abrieron los ojos como si de aquel cilindro de papiro emanara una luz mágica.
     –Este poema no es un poema –indicó Hermias inspeccionando el contenido del rollo.
     –Ya pensabais que era un estafador, ¿verdad? Escrito en verso, con las figuras canónicas de la retórica, Sócrates escribió su testamento. Él era hábil en estas cosas, como en tantos otros recursos del lenguaje. Ya tendréis tiempo de examinarlo con detenimiento. Toda vuestra vida, de hecho. Lo que más nos urge se encuentra aproximadamente en esta parte. Aquí Sócrates camufla el compendio de sus obras y las condiciones de su custodia. Antes de que llegue la mañana os enseñaré cómo leerlo, tal como mi padre me lo enseñó a mí y al él se lo enseñó el mismo Sócrates en la prisión.
     »Pronto comprenderéis el extraordinario esfuerzo de vuestro maestro por transformar este valioso legado en una simple anécdota que avale la ausencia de escritos de Sócrates. Toda la Academia es una máquina perfectamente diseñada y calibrada para fabricar un falso Sócrates y una falsa admiración a Sócrates que oculte la imagen del verdadero Sócrates que nuestra generación conoció y la verdadera admiración que nuestra generación sentía y los esforzados intereses de sus enemigos. Platón discípulo de Sócrates, ¡y un cuerno! Platón devoto discípulo, ¡ya! Poniendo en boca del maestro ideas que, apuntadas aquí y allá, son la antítesis de sus enseñanzas.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (b- "no habla como un borracho")

     El joven no podía adivinar hasta qué punto había acertado en su vaticinio.
     –¡Aristóteles de Estagira! ¡Hermias de Atarneo! Encomiables amigos, nobles hijos, excelentes alumnos.
     –Nada tengo de noble linaje.
     –Bueno, al margen de las consideraciones legales, yo diría que el médico de un rey es tan noble como la propia familia del rey.
     –Siempre que el médico acierte a conservar su legitimidad –bromeó Hermias.
     –Así habla un príncipe.
     Y el viejo consideró este comentario un permiso explícito para unirse a la mesa, sin abandonar sus ademanes y su tono de borracho empedernido.
     –Aquí: Cristólibo de Atenas, hijo de Critón de Atenas.
     Critólibo guardó un breve y expectante silencio. Luego continuó, sin cambiar su humor.
     –Como jóvenes extranjeros, es de esperar que estos nombres no os digan nada. En cambio, como académicos de comprobada excelencia sí deberíais conocer el nombre de mi padre. ¿Acaso no habéis compuesto en la Academia un libro sobre mi padre? No, ciertamente; tal vez sea una de las obritas que el joven Platón escribió antes de marcharse de Atenas. ¿No conocéis la obra de vuestro maestro?
     –Tu padre es Critón, el amigo de Sócrates.
     –Yo estuve con mi padre y con Sócrates el día en que el viejo maestro bebió la cicuta. Y sé perfectamente que el mismo Platón no estaba allí ese día. Ahora, es curioso qué bonito libro escribió sobre mi padre y qué poca atención muestra con el hijo.
     El anciano volvió a guardar silencio. Comprobando que sus dos jóvenes interlocutores se mantenían expectantes, retomó su discurso.
     –Sé que todos me ven como un viejo. En eso tengo que darles la razón a todos. Y es porque me siento en el final de mi vejez que me he decidido a hablaros. Sé que me veis como un borracho fracasado; aunque en todo este rato ni si quiera os habéis percatado de que me mantengo absolutamente indiferente a vuestras jarras y tampoco recuerdo que me hayáis visto iniciar alguna empresa que haya llevado al fracaso. Algunos me confundís con un cínico; no sé por qué, pues siempre he cumplido con las leyes y no he molestado a nadie. Claro que mi presencia, de por sí parece molestar a algunos. ¿Por qué será esto?
     »Platón y los discípulos de Platón y los colegas de Platón detestan a Cristóbulo. Hubieran preferido que mi vejez hubiera sido más corta. Pero yo estaba esperando. Vigilaba y esperaba hasta encontrar a alguien como vosotros. Alguien como tú, joven Aristóteles, y tu amigo, el joven Hermias. ¿Y por qué los académicos detestan a Cristóbulo? ¿Por qué merodeo y vigilo el desprecio de Platón? Tal vez porque yo conozco algunos de sus secretos, tal vez porque yo mismo oculto los secretos que el mismo Platón se devanaría los sesos en ocultar si los conociese.
     –Amigo, este viejo no habla como un loco borracho.

martes, 8 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (a- "viejos y jóvenes estudiantes")

El joven Aristóteles admiraba profundamente a su maestro Platón. Le extasiaba la vastedad de sus conocimientos y le encandilaban los numerosos relatos de viajes y aventuras que los acompañaban. Parecía que, a través de él y sus relatos, cualquiera podía acceder al conocimiento del mundo entero. Por eso, el empeño que mostraba Critóbulo por congeniar con Aristóteles era recibido por parte del joven con extrema desazón. El viejo, siempre estaba merodeando los alrededores de la Academia y parecía lanzar sobre ella miradas de envidia y súplica. Tal vez se sentía despechado por no poder ejercer allí como maestro. Platón y su círculo lo trataban con descarado desprecio y subrayaban un carácter pusilánime, vicioso y fracasado. Siempre parecía estar borracho y portaba siempre la misma ropa sucia, como un cínico, y siempre llevaba un vaso de barro tintado de vino pero siempre vacío.
     En los últimos meses, Critóbulo seguía especialmente los pasos de Aristóteles. Hablaba con él con su tonillo de perpetuo borracho. Aristóteles insinuaba su rechazo, pero no quería mostrarse irrespetuoso, él, extranjero, con aquel anciano, ciudadano ateniense, por más que sus vecinos lo trataran como a un perro.
     Al fin, una noche, el viejo Critóbulo declaró su extrañas intenciones. Aristóteles y Hermias alargaron su tarde de debate en una taberna y se concedieron permanecer allí mismo hasta la mañana, bien discutiendo, bien rendidos al sueño. En estas, vieron entrar a la taberna, como resguardándose del frío de la noche, la figura hirsuta de Critóbulo, con su manto raído, su viejo zurrón y el largo bastón en el que se sustentaba. Rápidamente, el viejo se percató de la presencia de los dos muchachos y se dirigió directamente hacia ellos. Aristóteles no pudo evitar un gesto de disgusto; pero Hermias, más optimista, le corrigió:
     –¿Y si nos hace pasar una noche interesante?

lunes, 7 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (g- "el mundo del revés")

     En esto, se acercaron los guardias, que simpatizaban con el viejo Sócrates, a mandar al público a su casa antes de que se asentara la oscuridad de la noche.
     –Permite que hable sólo un momento más con Critón –repuso Sócrates.
     –¿Qué estás escribiendo ahora, Sócrates? –replicó el guardia dando por buena su solicitud.
     –Mi testamento. ¿Quieres ver cuantas gallinas te dejo?
     –No, no, guárdalas todas para Jantipa.
     –Maldito mentiroso. ¿No decías que era un himno a Apolo?
     –Claro que es un himno a Apolo; sólo estaba bromeando.
     –Tú nunca has sido un bromista; lo que siempre has sido es un puñetero mentiroso.
     –Todos los atenienses mienten –replicó con sorna Sócrates.
     Fedón, una vez más quiso apaciguar la situación.
     –¿Y cómo es que después de tantos años has vuelto a escribir?
     –Después de empezar mi investigación, instigado por las palabras del oráculo, llegué a la conclusión de que mi auténtica escritura consistía en separar las frases de los hombres sabios en busca de la verdad de su saber, despreciando, como he dicho, su presunta sabiduría. En definitiva, que mi mayor arte como poeta consistía en hablar con vosotros. Como me habéis negado esa ocupación, he tenido que volver a mis viejas costumbres, para tener contento a mi geniecillo.   
     Calicles le censuró una vez más:
     –¿Te estás burlando de nosotros?
     Pero el guardia insistió en que todos se fueran inmediatamente para dejar tranquilo al maestro. Todos salieron excepto Critón, como Sócrates le había pedido. El viejo le entregó un par de tablillas y le solicitó que a la mañana siguiente se las devolviera, una vez transcritas.
     –Procura que todos estos textos se mantengan ocultos, excepto para aquellos que, como yo, amen más al hombre sabio que a su sabiduría.
     –No sé si te das cuenta de que incluso ahora estás hablando con frases imposibles.
     –Conformémonos con enunciarlo de este modo: que nadie llegue a completar saber alguno sobre mí. Hemos sido testigos de los caprichos con que la fama ha tratado a los más grandes tiranos: Pericles, Alcibíades, Critias... ora héroes, ora traidores. Prefiero ser un enigma jocoso y sin sentido, como suelen ser las palabras del oráculo, que una petulante sentencia en boca de los sacerdotes.
     –Al final las ideas tendrán que estar inventándote a ti, una y otra vez, por el olvido de los hombres. Como en el mundo al revés del que antes hablabas.
     –¿Y si ya viviéramos en ese mundo del revés? ¿Y si nunca hubiéramos vivido en el mundo del derecho?
     –¿Cómo es eso?
     –¿Y si todas las leyes se cumplen siempre, y si todos los dioses dicen la verdad?

domingo, 6 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (f- "una fuente de olvido")

     Calicles frenó en seco la disertación de Sócrates.
     –Deberían envenenarte ahora mismo. Ya veis hasta qué punto amenaza este hombre la sana educación, las costumbres, las leyes y nuestro conocimiento de los dioses.
     –¡Ah!, algo buscarán los dioses con esta oportuna prórroga.
     –No hagas caso Fedón. Mira que no he dicho nada muy distinto a lo que he ido anunciando estos últimos años. Considera que aquí Calicles actúa como un cuerpo al servicio de sus ideas y de las ideas de la ciudad. Pero si lo haces, y tienes en cuenta mis ideas, estarás actuando tú mismo como otro cuerpo al servicio de las ideas de un viejo.
     –¿Cómo podemos ser sabios, entonces? ¿Acaso estamos a merced de que, como a ti, nos visite un genio o como a los artistas, una musa?
     –En cierto modo, el hombre sabio accede a su virtud a través de cierto olvido. Igual que el cantante parece que olvida sus horas de ensayo y canta su canción con el entusiasmo de una canción nueva, o el atleta que ha olvidado sus ejercicios de entrenamiento y parece correr con una pasión innata o el poeta que escribe las mismas palabras de todos como si se dijeran por primera vez; pues igual el hombre sabio llega a un estado de olvido en el que las ideas parecen brotar de él como por primera vez.
     –¡Qué imagen más bonita, la del hombre virtuoso como una fuente de olvido de la que brotan las ideas!
     –Eso es cosa tuya, Isócrates, que compones imágenes poéticas a partir de mis palabras; imágenes que a mí, Sócrates, me maravillan al tiempo que me resultan extrañas.
     Calicles volvió a la carga:
     –A ese pollo no te lo llevas ya al catre, viejo.
     Pero Sócrates hizo caso omiso.
     –Ahora bien, esto que he dicho, en nada contribuye a mi presunta sabiduría. Y mucho me cuido yo de ello. Así, el enunciado del oráculo quedará permanentemente por confirmar. El día que se confirme, mis días de hombre sabio habrán llegado a su fin. La sabiduría que otros me atribuyan será falsa, y serán falsedades suyas.
 

sábado, 5 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (e- "las ideas")

     –Pero si el hombre sabio es el que sabe, pero el saber es propio de las ideas y no del hombre, ¿no estamos ante dos enunciados imposibles de casar?
     –En efecto, a pesar de que ambos enunciados nos parecen verdaderos y se refieren al mismo suceso, que es el saber del hombre. Es más, si sabemos esto es porque somos hombres que, al menos esto, sabemos. Ahora bien, queda por dilucidar si es en virtud del hombre que sabe o es en virtud de las ideas.
     –¿Acaso crees que las ideas existen por sí mismas, sin que ningún hombre las piense?
     –Esa sería una interesante hipótesis. ¿Y si fuera así? ¿No serían esas ideas las garantes de la verdad del mundo? Sería ese mundo un mundo propio de auténticos dioses. Los hombres quedarían reducidos a cuerpos ignorantes que soportan el extraño efecto de las ideas sobre el mundo.
     –Si los hombres fueran meros portadores de ideas, no serían ellos mismos virtuosos, sino que la virtud estaría a cargo de esas divinas ideas. Tu mundo de ideas le niega al hombre virtud alguna.
     –Así es de terrible. Ahora comprendes como yo, por qué puedo pensar que la sabiduría ha sido un invento terrible.
     –¿Piensas con ideas? ¿Cómo es posible que alguien haya inventado la sabiduría?
     –Ya hemos explicado cómo sería un mundo poblado por ideas divinas. Ahora mirémoslo desde un punto de vista distinto. ¿Y si saber no consiste en adquirir un saber, sino en inventarlo? Así, la virtud del hombre sabio sería como la del cantante que genera su voz, la del atleta que impulsa su carrera o la del poeta que compone su canción. Una vez creadas, las ideas, a él y a su virtud ya no le competen como hombre sabio.
     –¿Insinúas que aprender es contrario al hombre sabio?
     –Si consideramos aprender como adquirir ideas, sería como convertir al hombre en ese cuerpo ignorante que soporta la carga del mundo divino. Si consideramos aprender como el arte de generar ideas, ¡nada más oportuno para el hombre sabio!

viernes, 4 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (d- "la sabiduría, el saber y el hombre sabio")

     –Pero, ¿y si la sabiduría fuera el más nefasto invento de las ciudades griegas?
     –¿Qué pasa, es que no piensas dejar nada a salvo hasta que no te pongamos la moneda en la lengua?
     –Deja hablar a Sócrates.
     –No necesito hablar, sé pensar solo; y, a las malas, me basta con mi genio. Sois vosotros los que os empeñáis en tirarme de la lengua.
     –Pues deja que te tiremos. Compadécete de nosotros que pronto dejaremos de oírte.
     –Pues esa misma es la base de mi razonamiento. Cuando consideramos las virtudes parece claro que la virtud del cantante se desarrolla cuando canta, y no la mezclamos con la virtud de la canción. Cuando consideramos la virtud del atleta, la consideramos mientras corre, cuando la carrera acaba, su hazaña queda a cargo de los poetas. Igualmente, la virtud del poeta estriba en la composición del poema; pero el poema, ya terminado, queda a cargo de los aedos y los cantantes. Así pues, cuando decimos del hombre sabio ¿cuál es su virtud?, respondemos que es su sabiduría; y aquí creo que respondemos erróneamente. La virtud del hombre sabio ha de manifestarse mientras sabe, quedando fuera de lugar su sabiduría.
     –Pero cuando decimos que un hombre sabe, es porque sabe algo, y ese algo es su sabiduría.
     –Pero obsérvalo bien. Decimos de un saber que es auténtico en la medida en que se corresponde con la verdad, con los objetos que nos rodean, los lugares, los actos. Así pues, la autenticidad de un saber no viene en virtud del hombre sabio, sino en la veraz correspondencia entre sus ideas. Y digo entre sus ideas, pues el hombre que sabe lo que es una montaña no tiene en sí la montaña misma, sino su idea. Es así que el saber del hombre se componen de ideas que no le pertenecen. Siendo así, la sabiduría sería ese mundo de ideas al que el hombre tiene acceso y a través del cual llamamos sabio; pero, en verdad, en nada sería virtud propia del hombre y no podríamos, siendo honestos, llamar sabio a hombre alguno.
 

jueves, 3 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (c- "llegan Fedón y Calicles")

     Pero en ese momento fueron interrumpidos por Fedón, que acudía a visitarlo. Tras él llegaba la habitual cohorte de admiradores y detractores, que ni en sus últimos días iban a dejar a Sócrates tranquilo.
     –Sé discreto ahora, Critón, no vaya a liarse la cosa más. Aparentemos serenidad.   
     Calicles apareció sonriente, poco después de Fedón, que llegaba triste y en silencio. El joven político se colocó en el centro de lo que de él pudiera deducirse un simposio cualquiera.
     –¿Qué andas escribiendo, Sócrates?
     –Aquí tengo un himno a Apolo que estoy componiendo.
     –Así que ahora buscas el beneplácito de los dioses.
     –En efecto, en él solicito el perdón de Apolo.
     –Pues no creas que con este acto cambiarás la sentencia en el último momento.
     –Te equivocas, no pido el perdón de Apolo para mí, sino para los atenienses, por el crimen y la ofensa que comete contra él.
     –¡Valiente atrevido! Bien es justo que te maten; es la única manera de acabar con tu arrogancia.
     Fedón intentó interceder en favor de Sócrates.
     –En la medida en que el jurado haya sido persuadido a actuar en contra de la verdad o en contra de las leyes de la ciudad, podemos decir que tu condena es un crimen; pero dinos, Sócrates, ¿por qué consideras que es una ofensa a Apolo?
     –¿Pues no recordáis ya los oráculos de Apolo que me otorgaban a mí el título de hombre más sabio de Atenas, sin que pudiera encontrarse hombre más sabio en toda Grecia?
     –Pero usar tus habilidades de forma perversa es asunto tuyo, no de Apolo.
     –Pero, si recordáis, yo mismo quise poner en reserva el enunciado del oráculo. Fuisteis vosotros, tus amigos políticos, tus amigos sofistas, los que me presionabais para que actuara en consecuencia. Como yo me resistía me acusabais de poner en duda a los dioses. Así que acaté la opinión popular y me puse en mi tarea. Tal como mi genio me indicaba, investigué a cada hombre sabio de Atenas cuánto era de sabio y en qué medida era cierta su sabiduría. Siguiendo el dictamen del oráculo puse en cuestión las opiniones que los hombres tienen sobre sus leyes y sus dioses, en busca de la verdad y de la cierta sabiduría. Y, como ponía en evidencia vuestra ignorancia, de nuevo me acusasteis de ir en contra de los dioses, y ahora más, de dar mal ejemplo a los jóvenes.
     –Pero, ¿qué esperabas? Si les dices al hombre poderoso “tu poder es ilusorio, no sabes qué es el poder”, si le dices al hombre virtuoso “tu virtud es ilusoria, no sabes qué es la virtud”, si le dices al hombre sabio “tu sabiduría es ilusoria, no sabes qué es el saber”; quién esperas que te defendiera de los débiles, de los malvados, de los idiotas que ni siquiera saben que están obrando en el error. Al poner en duda la sabiduría de la ciudad es de esperar que la política te destroce.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (b- "la injusticia")

     –No entiendo por qué eres tú el único de Atenas que espera que se cumpla la sentencia.
     –Sí, los demás se toman las leyes así, verdad, como meras predicaciones, sin consecuencias. Ahora digo esto, pero hago lo otro. Monto una revolución. Asesino. Siempre en nombre de la ley pero nunca acatando las leyes. Y yo, el enemigo de la democracia, el perverso corruptor de la juventud soy el único que cumple ahora, ¡y no por gusto!, sino por sencilla vejez.
     –Pero si también te niegas tu propia vejez.
     –¡Que ya soy viejo! Pero conviniendo en lo que dices, también es irónico que, siendo esta ley natural la única que el hombre cumple de todas formas, yo mismo, acatando las leyes de una injusta democracia, que me acusa de despreciar a los dioses, incumpla en nombre de la ciudad la ley principal de los dioses.
     –Tú mismo dices que es una injusticia, y este juicio será visto de otro modo cuando pasen estos tiempos y estos gobiernos.
     –¿Y no es injusta la vejez, que le quita al hombre el gobierno de sí mismo precisamente por haber cumplido con las leyes naturales de la vida? Así, esta democracia me hace preferir sufrir la injusticia de las leyes de la ciudad a ser injusto como las leyes de la naturaleza.
     –No tienes por qué obedecer las leyes. Ya eres oficialmente un delincuente, de los más peligrosos. Peligroso para el futuro.
     –Hay tantas leyes, que resulta imposible incumplirlas todas. Hagas lo que hagas, seguro que obedeces alguna.
     –Vivimos en un tiempo terrible en que las leyes mienten y los dioses se equivocan.
     –¿Quién se atrevería a vivir en un mundo al revés?
     –Cómo es eso.
     –¿Y si todas las leyes se cumplieran siempre, y si todos los dioses dijeran la verdad?
 

martes, 1 de noviembre de 2016

III. La incomodidad de la prisión (a- "Critón insiste")

Cuando Critón llegó aquella tarde a la prisión, encontró a Sócrates solo, encogido y garabateando en sus tablillas. Con una mano punzaba la cera y con la otra sujetaba sus grilletes, en una postura a la que parecía ya haberse acostumbrado.
     –¿Qué escribes ahora?
     –Compongo un himno a Apolo.
     –¿Al final vas a preocuparte por los dioses?
     –Por el oráculo de Apolo es que he acabado aquí. Así que le escribo, irónicamente, un himno como homenaje. Además, me sirve para elaborar mi testamento sin levantar suspicacias. Hago en él testimonio de todas las obras que guardo escritas. Más adelante te enseñaré a leerlo; pero ahora es muy temprano, luego duermen los guardias.
     –Tienes hasta una veintena de barcos dispuestos a llevarte.
     –¡Por favor, Critón, mírame! Llevo aquí tres días y casi han acabado con mis pulmones. Los huesos casi se me han disuelto con la humedad de las piedras. ¿Tú crees que aguantaría el más mínimo viaje?
     Critón no quiso decir nada; le dolían las palabras de su amigo. Sócrates continuó.
     –Además, mira la que se me ha echado encima. Y esto es aquí, en Atenas, la ciudad más instruida de Grecia. ¿Qué no me esperaría en otras ciudades?
     –Podrías retirarte a una granja.
     –¿Y condenar a Jantipa a una vida mísera, rural, por unos pocos días más de vida? Asúmelo. No os lo creéis porque me veis razonar con la cabeza clara; pero estoy viejo. No viejo como antes, sino de verdad.
     –Bueno, pues reconcíliate con la vejez y deja que ella acabe contigo, más adelante.
     –Muchos quieren mi muerte, ¿verdad? Incluso mi propio cuerpo. Luego, esa moda pasará.