El poema se perdió, pero de él quedaron sus efectos. El poeta se perdió, pero de él no quedó nada. Y se perdió algo más, y quedó algo aún menos que nada: quedó la necesidad y su importancia.
No pienses lo que puede pensarse solo. No vivas lo que puede vivirse solo. No ordenes lo que puede ordenarse solo. No mates lo que puede morirse solo.
Y entrega la soledad, ese tesoro, a la avidez de la multitud.