domingo, 19 de octubre de 2014

Remington olvidó que Liz se había marchado. Fantaseaba de nuevo con ella compartiendo sus gestos y su espacio. Fantaseaba que los nuevos vecinos vivían con ella o ella los visitaba o era Liz quien los recibía de visita. Fantaseaba que los vecinos, cada uno por separado, fantaseaba con Liz en un hipotético piso más alto. El nuevo piso de Liz imaginaba que era igual, y que eran iguales todos los pisos del mundo, o al menos de esa ciudad. Imaginaba a Liz fantaseando con las habitaciones, como él fantaseaba con las habitaciones. Veía a Liz olvidándolo, cuando recordaba que Liz se había marchado y recordaba así que se estaba olvidando.
Cada fantasía era independiente. No recogía una lo dejado por la otra. No había memoria para la contradicción o lo imposible o la incoherencia o lo imposible. Pero también sucedía que una fantasía, y esto era nuevo y gracias a la pérdida y gracias al olvido o tal vez esto la causa del olvido y de la pérdida, también sucedía que unas fantasías se veían a otras y surgían las construcciones compuestas y complejas. Pero no reducían ni alteraban las fantasías simples. La relación entre Remington y la Liz imaginaria era desde fuera más rica; pero en cada fantasía era sencilla.
Remington deja paso en el pasillo a Liz imaginaria. Remington piensa que él real añora a Liz imaginaria; pero como le ha dejado paso, considera que la tiene como presente. Remington se piensa imaginario dudando de Liz real como perdida. Remington imaginario no sabe que Liz se ha ido. Remigton titubea al pedirle permiso a Liz para sentarse, acaba de recordar que todo es imaginario, acaba de recordar que eso no impide que la imagine presente, recuerda entonces que lo ha olvidado todo, recuerda que pronto volverá a olvidarlo.