lunes, 28 de febrero de 2011

V
.....Los hechos fueron muy simples, básicos, inevitables (no entiendo la necesidad de contarlos ni mi empeño en resistirme). Noche cerrada. Campo abierto y hierbas altas, como son las dehesas olvidadas por el ganado, que retienen secas las verduras de la primavera hasta el otoño. El viento rozaba sonoro cañas y rastrojos. Pero por muchas señales que lo anunciaran, la pelea debe pelearse.
.....Como alimañas salieron los asaltantes y se abalanzaron sobre los soldados de Turín. Eran demasiados, y consiguieron dividir el grupo en varios combates individuales. Con todo, seguían siendo superiores en la capacidad técnica, estaba claro que también iban a superar ese ataque. Pero esta vez destelleó un punto débil: André. En esa situación su puntería era inútil. Sus contrincantes sí le estaban derrotando.
.....Fue Louis el primero que consiguió zafarse para ir en su auxilio. André disparó un mal guiado proyectil. Consiguió acertar en uno de los agresores, pero Louis tuvo que quebrar su compostura, descuidó su defensa, y durante un brevísimo instante los que le rodeaban a él y a André consiguieron hacerle mella. Un tajo enorme abrió la herida del hombro derecho y la desgajó hasta el pecho. Los movimientos de defensa del propio Louis terminaron por rasgarlo del todo.
.....Cuando el rifirrafe terminó, Louis estaba caído, inconsciente, desangrado, con el brazo empapado y cubierto de tierra, paja, y semillas secas.
.....Entre todos le cerraron malamente el tajo. Lo cargaron como un fardo, con prisa y cuidado (si acaso era eso posible). Y suerte (destino, narración) que apareció pronto un caserón aislado, a las afueras de algún pueblo, con una cálida luz escapando de alguna ventana. No podían ver quién estaba asomado y recortaba su silueta, ni siquiera confiaban en verdadera ayuda. Simplemente era la única opción.
.....El muchacho que mira por la ventana era Tomás. Las sombras que ve son los soldados que cargaban con Louis Irving y su descorazonadora herida en el hombro.