sábado, 10 de septiembre de 2011

Entre la até y la amartía habito una respiración frustrada. Ni el aire conoce la entrada a mi casa. Ni mi casa conoce la salida al aire.
Oigo un borbotear de disturbios y escándalos,
como un gentío adolescente que entonara viejas sirenas.
Quisiera refugiarme en tu corazón, donde palpita
el repiqueteo del trabajo y la estulticia.
La calle y los libros se abrasan de insensatez.
Óyeme tú ahora, un instante, ¿no es cierto?:
no piensas acabar con ese tonito.