viernes, 26 de julio de 2013

Masticaba la tierra, mastiqué una montaña.
Se me atragantaron tus brazos de nieve.
Salgo a mi ciudad: esa historia de lluvia.
Espero en tu piel a que sople el viento
con su caravana de lejanos lugares y té.
Como un árbol de invierno desnudabas tus piernas,
allí revoloteaban mis miradas y se cernían los momentos.
En esa noche de amor fuimos una migración
de aves heridas, de herida y dolor de vuelo.
Íbamos a la zaga de nuestras propias vidas,
que como aves ideales alcanzaban
todos los veranos del mundo.
Estrella polar nuestros besos no se quedaron quietos
pero ya no nos pertenecen, sólo la noche,
sólo la herida y el vuelo,
remontando montañas de besos.