martes, 2 de julio de 2013

Un soneto montando en bicicleta

Un soneto montando en bicicleta.
Ya nos falta el final como un injerto
–un páramo sin pena y sin acierto–
de traviesa señal, luz indiscreta.

Cuatro besos bordean tu silueta
–los sueños que nos llevan a buen puerto–.
El futuro del sol es un dios tuerto,
traspasado de amor, vida completa.

Mentirás si persistes en tu goce.
Cualquier rima nos vale entre descuidos.
Grita y maldice cuando basta un roce

sobre este hombre artesano de los ruidos
que no quiere mirar, que no conoce

Interrupciones

No sé cómo hemos llegado
a confundir la verdad
con el existir. El ser
–el dormitorio se agranda tanto observar detalles
en los que pudiera caber tu cuerpo y tú
viviendo junto a mi historia de paso–
Cortar la carne con un ancho cuchillo,
besar dulce y suave tu lengua,
amasar tus senos de edades apretadas,
hundirse en tu sexo de barro y lluvia y juego,
golpear donde el placer rompiera los pasados,
escribo a medianoche, escribo de memoria,
así se movían músculos, tendones, gramática,
los sentimientos también con etiquetas en el frigorífico
y los espacios vacíos,
se enciende así, se mancha así, se olvida

queda en verano reducido a un gesto y una espera
(y esa será toda la vida, cuando a ti te parezca)
está por demostrar que exista esta noche
que mis pensamientos sean libres
que este amor tan desconocido como pretendo
Arte, Magia, ya están dichos,
han sido reconocidos, Tecnología
sigue tejiendo me un cuadro de Ella.