lunes, 1 de septiembre de 2014

El día que sellaron su maldición...
Todos en el pueblo pensaron que aquello sería un asunto familiar, eso por un lado. Pensaron, y habría que analizar sobre qué se sustentaba esa imaginación, que aquello tendría un carácter fulminante. Pensaron, y eso es fácil de comprender, como prejuicio, que sus destinatarios estaban bien delimitados, por la sangre, por los apellidos, por las fachadas de las casas. Debieron haber previsto que una simple conversación basta, un coqueteo, un comentario apenas, un chisme, cuanto más una leyenda y una leyenda de amor, de fuerza, de ambición y duelo.