martes, 30 de septiembre de 2014

Porque observaba noche tras noche la tenue luz de su estudio y las sombras que fuera proyectaba de su figura encorvada, de sus intermitentes apuntes, de su ir y venir de libros, el roce de las hojas pasadas con decisión. Se apostó durante mucho tiempo al pie, al final de su calle. Rara vez aguantó una noche entera, y concluyó que Ernesto (aún no conocía su nombre) tenía más tesón y paciencia para estudiar, lo que fuera, que el propio Luis para estudiarle a él. Eso lo encorajinaba y lo fastidiaba y al cabo de los días lo llevaba de vuelta bajo la ventana de Ernesto. Tanto, que fue así como acabó topándose con Alex, de quien, ofuscado como estaba en el estudio de esas sombras, no supo ocultarse.