viernes, 19 de agosto de 2011

El gusto es un individual, pero compartible.
Es un vínculo hacia lo familiar, lo social, lo universal.
El gusto es innato, pero también educable.
Varía el gusto igual que las artes y las ciencias.
Es, pues, tan sinónimo de tantas cosas,
que es la vivencia del comodín de lo pensable.
La rendición si esfuerzo ni eficacia.
El gusto, en cierto modo, es el demonio que necesitamos
para hacernos soportables a las cosas y lo demás.
Él nos trae la belleza y sus máscaras, para
vestirnos hasta que encontremos la perfecta desnudez,
donde ni los demás ni los objetos tengan necesidad.
La belleza es la radiografía de nuestra ilusión.