lunes, 9 de marzo de 2015

Yo confieso

Yo le tenía miedo a las tijeras cortaúñas
en las casas ajenas.
Mi primo rechazó temeroso las pinzas cortaúñas
cuando vino a mi casa.
Éramos niños, nuestras manos
no eran hábiles ni fuertes; ¿temíamos
nuestra misma torpeza en nuestros padres?

Este pequeño gesto emancipado
de cortarme a mí mismo las uñas,
encogido,
con la edad de mi padre cuando cortaba
las mías. Con mis manos no-torpes, no-débiles.

Voy por el pasillo con medias lunas de uña
nevadas en un folio cualquiera.
 
Esta rutina que aún tiene residuo de pasado.
Antes de que acabe el día,
¿con qué voy a sembrar la tierra?
Antes de que acabe el mundo,
¿cuál será mi parte en el barco de los muertos?