sábado, 8 de marzo de 2014

Estudio de una mujer con abrigo celeste II

Como fuera interrumpida en su discurso, cayó en la sima de su propia profundidad, como veríamos caer a quien, cruzando un abismo, su endeble puente de cuerdas sintiera roto de súbito. Aun sabiendo que ese puente fue siempre una ilusión. Dudó, se confundió, se autocorrigió en perfecto castellano: su yo estaba con nosotros, dominaba el idioma con maestría, en este tropiezo debiera verse su profesionalidad. A dónde viajó entonces, en esos pocos segundos. Su yo hizo todo lo posible por rescatarse, por traerse de vuelta. Pero a mí me devolvió a esa mujer al sol, recogida sobre su propio gesto. Detrás de sus ojos cerrados estaba ese lugar que tanto la preocupaba, en el que estaba situada realmente, desde el que tenía que viajar con todo su esfuerzo para sonreír con nosotros, turistas.