martes, 30 de abril de 2013

Desaparezco no sólo en tu nombre.
El reto de tu nombre. Ese lugar
sin voz índice o memoria.
Aire ni boca. Hilo de oro tu nombre
sobre fondo de incesto.
Soy un quien de acción irrlvrnte
Mírame ojos de agua. Si vas a la compra
podré seguir tus pasos en la lluvia.
Si vas a la escuela, parpadeo de fuego,
podré seguir el rastro de lo que has aprendido
y lo que enseñas si miras el viento.
Mírame ojos de contar historias. Si menudeas
no dudes o te perseguiré con mis propios muslos.
Está la ciudad tendida –con ella podemos jugar–
abierta para ti y tu mirada que se te escapa
como una cintura de tierra cuando te abrazo,
como un oficio perdido en estos tiempos modernos.

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De Sócrates no ha quedado nada
excepto el pensamiento occidental.