lunes, 25 de julio de 2011

Uno recoge lo que siembra,
más lo que la soledad siembra,
más lo que nadie siembra.
Quién me regaña por no creer en dioses,
por no acatar las leyes de la ciencia,
por cabalgar en un milagro moral.
Si he de bailar en el pecado de tus labios
es porque, libre de culpas, es tu sed
el hilo de discursos que respiro.
Las luces del cielo ya no brillan
más que nuestras lámparas.
Hambre, te detesto.
Sueño, te detesto.
Y, aunque siento el placer como una venganza,
veo que esta maldad es vuestro triunfo.
Pero en estos momentos, en los que apenas sufro,
venzo porque sé
que me destruyo.