sábado, 12 de noviembre de 2016

y IV. La custodia del legado (e- "epigonía")

     »Cuidad bien de que nunca encuentren estos textos. Disimulad vuestro saber y vuestras intenciones, igual que ellos disimulan las suyas. Pero buscad a las mentes adecuadas capaz de mantener vivo el legado de Sócrates. El mundo de las ideas y de las pesadas sentencias y de los hombres virtuosos, cambiará de culto, se enmascarará. Si lo hacéis con arte, vosotros no necesitaréis más máscara que vuestra extraña manera de pensar y vuestra extraña manera de atreverse a decir lo que no tiene razón de ser. Esos serán síntomas de tiempos humanos. Cuando los tiempos divinos se impongan, no pongáis una nota más alta que otra, sed civilizados y confiad en que vuestros discípulos, en busca de otra verdad, os acaben rebatiendo las ideas punto por punto.
     »No seáis como Platón y sus acólitos, dibujantes de confusos personajes históricos, generadores de fantasmas que falsean en nombre de la verdad los auténticos sucesos, las más de las veces difíciles de concretar, de la historia. Jugad alegremente. No seáis ceremoniosos. Atended al que descubra el juego en vuestras ceremonias y reíos en secreto del que tome por ceremonias vuestros juegos.
     Aristóteles guardó en su memoria aquella confusa noche. Guardó en su memoria los discursos de Critólibo, al que realmente le quedaba muy poco de vejez. Estudió y guardó los textos que le fueron encomendados. Pero no tardó en desconfiar de su propia memoria, como aprendió a desconfiar de la educación que recibía en la Academia. Y tan irreales parecían sus recuerdos como el conjunto de experiencias que se agolpaban en su mente. Y si tenía que poner en orden sus pensamientos, sus conocimientos y sus secretos, siempre resultaba el orden de otro.