lunes, 6 de diciembre de 2010

IV
.....Lejos de toda población, les fue difícil saber que el invierno se les caía encima. Pero antes de que vieran acercarse los bosques y las montañas, las noches se hicieron duras y ásperos los vientos. Y lo más terrible era el silencio, que hacía cada vez más difícil lanzar cualquier palabra.
.....Los hurones se resistían a abandonar la casaca de Tomás. Sólo al mediodía saltaban como si escaparan de un incendio, y desaparecían entre la maleza.
.....–Nos vendría bien que les enseñaras a traer esos conejos que cazan.
.....Las rocas llegaron antes que los bosques. Fue una suerte, porque durante algunos días de lluvia pudieron encontrar algún sitio donde resguardarse. Del frío y la humedad, porque ratones y bellotas no calmaban el hambre. La chacina se acababa. Y el silencio ganaba terreno.
.....Las hoces de algunos arroyos supusieron un alivio. También un peligro después de las lluvias. A veces Louis tenía que cargar con los cuerpos de los niños a través de rápidos torrentes. Tomás era ya demasiado grande, pero no tan fuerte, y la situación se volvía complicada. Fue tal vez por eso, para compensar su orgullo o su vergüenza, que Tomás se dedicaba a seguir a los hurones. En pocos días, aprendió a cazar con ellos, y los hurones aprendieron a servirse de Tomás. Chasquidos y olores entre la maleza. Y así fue como diferentes roedores fueron haciéndose dieta común para todos.
.....Luego el frío se hizo más crudo. Tanto que apenas podían avanzar unas cuantas horas de luz. El resto, tenían que acurrucarse unos con otros, y confiar en que pasadas las horas de oscuridad pudieran volver a levantarse. Nuria y Tomás mantenían cada uno a un hurón caliente en su regazo. Louis solía abrazar, cuanto podía, a todos entre sus ropas. Tiritaban, el roce de las telas sonaba igual que crepitar del fuego. En viento silbaba entre las fibras. Respirar. Poco más se oía.
.....Louis temía que su preocupación dejara escapar inquietas palabras. Tarde tras noche, temía la llegada de la nieve o, aún peor, de la lluvia. Pero la primera que empezó a delirar fue Nuria. Antes de que Tomás se asustara, Louis procuraba seguirle la corriente, y Nuria iba respondiendo con los cuentos de su más presente infancia. Y Louis creaba para ella todo un salón de historias, donde la gente podía salir a la calle, a los caminos, hablar y vencer.
.....Cuando pasaron esos días de un frío parecido al de los dioses, cuando pudieron retomar la costumbre del camino y el descanso tranquilo, cuando la conversación volvió, cuando el lenguaje hubo vencido al invierno, empezaron a oír, no tan lejos, el enigmático responso de los lobos.