Nuestra historia no se desmoronará:
nunca fue construida. No hubo castillo
de naipes; sólo hubo cartas. Nunca
existió carta alguna sino volutas
de tinta impregnada en la celulosa.
Ni siquiera hubo fibra entre las fibras, sólo
moléculas de esto, moléculas de aquello.
Entre nosotros no hubo relación tipificada.
En nuestro amor no hubo contratos ni permisos,
no hubo lo dicho o lo desdicho,
no hubo los años que pasamos.
Sólo hubo besos; pero esos besos, ¡guau!,
hicieron temblar el mundo.