lunes, 8 de septiembre de 2014

Aquel amigo se rio de mí; pero luego se dedicó a usar mi idea con sus propias citas. Sólo que él no aguardaba discretamente sobre las palabras grabadas en el suelo; sino que, según el carácter de la mujer de turno (porque él sólo hacía esto con mujeres), las embadurnaba con una perorata sobre el perdón y el erotismo, el perdón y el futuro, la palabra y el perdón, la palabra, el perdón, el espacio, el erotismo, el futuro, la mezquita. Con humor, él era jovial y más dicharachero que yo. Hasta que se cansó o se olvidó, no sé como pasó la cosa.
Sin embargo, debido a la promiscuidad de mi amigo (cuyo nombre mantendré en silencio como si estuviera escrito exclusivamente en el suelo) en Córdoba se puso de moda concertar citas románticas ante la Puerta del Perdón. Y luego citas de amigas. Encuentros sin más. Las citas a ciegas se hacían selfies en la Puerta y difundían su Perdón y su encuentro por las redes sociales.
Se convirtió en un fenómeno de masas. De todos los países del mundo venían autocares llenos de turistas que le hacían foto al letrero en el suelo y obviaban la puerta y la torre; soliviantando los ácidos comentarios de los pedantes. Pero claro, como se reunía tanta gente, resultaba muy difícil concertar una cita viable en la Puerta del Perdón. Los enamorados y los culpables se vieron desplazados por los turistas. 
Aún durante un tiempo se mantuvo la moda. Sin sentido. Pura hiperrealidad. Mientras las parejas quedaban relegadas a concertar citas en las puertas de sus casas.