jueves, 5 de mayo de 2011

El color del trigo

No tuve hijos. Lo que aprendí
quedó grabado en la corteza de los árboles
o revuelto por el viento.
Todavía se extrañan de esa actitud de las termitas,
ciertas irregularidades en las letras,
o la peculiar textura del barro en el monzón.
Yo amé tu cabello mojado por la lluvia
y mañana vendré con un poema de amor.
Cuál ha sido nuestra historia. Quién sabe:
soledad, humor, belleza, miedo, costumbre.
Hubo días. De las horas oscuras solo vimos nuestros cuerpos.
Hasta esa patética discusión en la que descubrimos
la urgencia con que el saber nos exigía
más amor, más disciplina, menos latidos
de corazón.
Adicto a la firma con mi nombre
o con el nombre de otros, da igual.
El caso es seguir perpetrando
dosis de copyright.