lunes, 18 de octubre de 2010

II
.....Quienes han vivido una madrugada de urgencia, tensión y movimiento saben, si alguien diera lugar a que se planteara, que no dista mucho de un sueño. Incluso justo después es muy difícil recordar el sentido de tantos movimientos, de tantas tareas apresuradas; y las acciones quedan atragantadas por pensamientos y respiraciones turbulentas, sin saber muy bien sus derroteros. Es luego, en la tensa espera, en los minutos y minutos impotentes, cuando todo el poso de esa infusión removida se confunde con el verdadero vapor de una taza entre las manos.
.....Con el paciente queda postergado, los que antes revolucionaban el mundo a su alrededor empiezan a mirarse, la realidad vuelve con su madrugada, con su cansancio y con su pátina de sueño. ¡Qué reales son entonces! ¿Cuál habrá sido la verdadera historia de mi padre? ¿Cuánto de esto estará viviendo mi hermano igual que yo? ¿Quiénes son estos desconocidos, cuál es su carácter, cómo es posible su presencia en este lugar que hasta tan poco había sido nuestro?
.....Durante las horas que restaban hasta el amanecer, los huéspedes se alternaron caóticamente, tropezaban, para contar su historia. Oírlos era como no estar allí, sino delante de las páginas, que uno quisiera volver y releer en busca de los incómodos escamoteos del narrador. No. Era difícil sentirse satisfecho, pero era necesario reconocer que ellos mismos no sabían muy bien lo que decían o lo que callaban. Estaban agotados. Eran fantasmas del deber y del miedo. Eran como sus cuerpos: no estaban allí.
.....Encerrado en la habitación contigua, el hombre herido, su crisis, su historia, su batalla en letras de tinieblas.